23 Así, cuando nuestro Dios recorra el país para quitar la vida a los primogénitos de los egipcios, verá la sangre en los marcos de vuestras puertas y pasará de largo. Dios no permitirá que muera ninguno de vosotros.
23 Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir.
23 pues el Señor pasará por la región para herir de muerte a los egipcios. Pero cuando él vea la sangre en la parte superior y en ambos lados del marco de la puerta, el Señor pasará esa casa de largo. No permitirá que su ángel de la muerte entre en las casas de ustedes y los hiera de muerte.
23 Pues Yavé, con su plaga, va a recorrer todo Egipto y, al ver la sangre en la entrada, pasará de largo y no permitirá que el Exterminador entre en sus casas y los mate.
23 Así cuando pase YHVH para herir a los egipcios, verá la sangre en el dintel y sobre ambas jambas y pasará YHVH de aquella puerta, y no dejará que el destructor entre para plagar vuestras casas.°
23 Cuando Yahveh pase para herir a los egipcios y vea la sangre sobre el dintel y sobre las dos jambas, pasará de largo ante aquella puerta y no dejará que el exterminador entre en vuestras casas para herir.
El ángel de Dios estaba ya a punto de destruir Jerusalén, cuando David lo vio junto a la era de Arauna, el jebuseo. Exclamó entonces David al ver que la población estaba siendo aniquilada: —Dios mío, he sido yo quien ha hecho el mal, he sido yo el que ha pecado; el pueblo es inocente. Así que castígame a mí y a mi familia. Ante estas palabras se arrepintió Dios del daño que estaba haciendo al pueblo y dijo al ángel: —¡Basta ya! Que cese el castigo.
Aquella misma noche, el ángel de Dios entró en el campamento asirio y mató a ciento ochenta y cinco mil soldados; a la mañana siguiente el campo estaba lleno de muertos.
y le dio la siguiente orden: —Vete a recorrer la ciudad de Jerusalén y pon una marca en la frente de todos los que realmente estén tristes por las acciones tan odiosas que se cometen en la ciudad.
Moisés tuvo fe en Dios, y por eso celebró la Pascua. También mandó rociar con sangre las puertas de las casas israelitas, de manera que el ángel enviado para matar a los primogénitos egipcios no hiciera daño a ningún primer hijo de las familias israelitas.
Os habéis acercado a Jesús, y recordad que, por medio de él, Dios hizo un nuevo pacto con vosotros. La sangre que derramó Jesús en la cruz, y con la que hemos sido rociados, dice mucho más que la sangre derramada por Abel.
Luego, Dios les ordenó que no dañaran a la tierra, ni a los árboles ni a las plantas, sino solo a quienes no tuvieran en su frente la marca del sello de Dios.