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Éxodo 12:22 - Biblia Lenguaje Básico

22 Echad la sangre del cordero en una vasija, tomad luego unas ramas de hisopo y untad con esa sangre los marcos de las puertas de vuestras casas. Hecho esto, nadie deberá salir de su casa hasta el día siguiente.

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Biblia Reina Valera 1960

22 Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre que estará en el lebrillo; y ninguno de vosotros salga de las puertas de su casa hasta la mañana.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

22 Dejen escurrir la sangre en una vasija, después tomen un manojo de ramas de hisopo y mójenlo en la sangre. Con el hisopo unten la sangre en la parte superior y en ambos lados del marco de la puerta de sus casas. Que nadie salga de la casa hasta la mañana,

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Biblia Católica (Latinoamericana)

22 Tomen un manojo de hisopo mojado con la sangre y marquen los dos postes y la parte superior de la puerta. Y luego ninguno de ustedes saldrá de su casa hasta la mañana.

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La Biblia Textual 3a Edicion

22 Tomaréis un manojo de hisopo y lo empaparéis en la sangre que habrá en el lebrillo, y untaréis el dintel y las dos jambas con la sangre que está en el lebrillo. En cuanto a vosotros, no saldréis de la puerta de vuestra casa hasta la mañana.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

22 Tomaréis después un manojo de hisopo, lo mojaréis en la sangre, que estará en un recipiente, y untaréis el dintel y las dos jambas. Ninguno de vosotros saldrá de casa hasta la mañana.

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Éxodo 12:22
13 Referans Kwoze  

Tengo que admitir que soy malo de nacimiento, y que desde antes de nacer ya era un pecador.


Una vez que os reunáis para comer, tomaréis un poco de sangre del animal y untaréis con ella el marco de la puerta de la casa donde lo comáis.


¡Vamos, pueblo mío, entra ya en tu ciudad! Cierra las puertas y espera a que Dios calme su ira.


Cantaron después el himno de acción de gracias y se fueron al monte de los Olivos.


Moisés tuvo fe en Dios, y por eso celebró la Pascua. También mandó rociar con sangre las puertas de las casas israelitas, de manera que el ángel enviado para matar a los primogénitos egipcios no hiciera daño a ningún primer hijo de las familias israelitas.


Os habéis acercado a Jesús, y recordad que, por medio de él, Dios hizo un nuevo pacto con vosotros. La sangre que derramó Jesús en la cruz, y con la que hemos sido rociados, dice mucho más que la sangre derramada por Abel.


En el primer pacto, Dios nos dio normas para que supiéramos cómo adorarlo dándole culto en un santuario aquí en la tierra.


Pues si todo eso tiene poder, más poder tiene la sangre de Cristo. Porque por medio del Espíritu, que vive para siempre, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio sin mancha ni pecado. Su sangre nos purifica, para que estemos seguros de que hemos sido perdonados, y para que podamos dar culto a Dios, que vive para siempre.


Primero, Moisés anunció los mandamientos de la ley a todo el pueblo. Luego tomó lana roja y una rama de hisopo y las mojó en agua mezclada con sangre de toros y de chivos. Después roció con esa mezcla el libro de la Ley y roció también con ella a todo el pueblo.


Si alguno de ellos sale a la calle, morirá, y nosotros no tendremos la culpa de su muerte; pero si alguien sufre algún daño dentro de la casa, nosotros seremos los culpables.


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