Los mensajeros fueron entonces por todo el territorio llevando el siguiente mensaje escrito, de parte del rey y de los jefes más importantes: —Israelitas, vosotros habéis quedado con vida después del ataque de los reyes de Asiria. Dejad de comportaros tan perversamente como vuestros antepasados que fueron infieles a Dios. Volved a hacer un pacto con el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, y venid al Templo que él mismo eligió para vivir allí por siempre. Si lo hacéis así y servís a vuestro Dios, él dejará de estar enfadado con vosotros y volverá a aceptaros. No seáis tercos como vuestros antepasados, que por ser infieles a Dios fueron castigados con la derrota ante sus enemigos, como bien lo sabéis vosotros mismos. Si volvéis a ser fieles a Dios, él hará que vuestros enemigos dejen en libertad a los israelitas que han sido llevados prisioneros. Nuestro Dios es bueno y compasivo, y no os dará la espalda si os convertís a él. Los mensajeros recorrieron, de ciudad en ciudad, todo el territorio de Efraín y Manasés hasta llegar al de Zabulón. La mayoría de la gente se reía y se burlaba de ellos;