4 Se ha puesto precio a nuestra vida y se nos quiere exterminar. Si hubiéramos sido vendidos como esclavos y esclavas, yo me callaría, y no molestaría al rey por algo sin importancia.
4 Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser destruidos, para ser muertos y exterminados. Si para siervos y siervas fuéramos vendidos, me callaría; pero nuestra muerte sería para el rey un daño irreparable.
4 Pues mi pueblo y yo hemos sido vendidos para ser muertos, masacrados y aniquilados. Si solo nos hubieran vendido como esclavos, yo me quedaría callada, porque sería un asunto por el cual no merecería molestar al rey.
4 Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser masacrados, asesinados y exterminados. Si sólo hubiéramos sido vendidos como esclavos, no diría nada, pero ¿de qué manera podrá el enemigo compensar el daño que ha hecho al rey?»
4 ¡Porque yo y mi pueblo hemos sido vendidos para ser destruidos, matados y exterminados! Si como esclavos o esclavas hubiéramos sido vendidos, yo habría callado, porque aun tal calamidad no sería digna de la molestia del rey.
4 Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser exterminados, muertos y aniquilados. Si hubiéramos sido vendidos como esclavos y esclavas, me habría callado, pues esta calamidad no redundaría tanto en perjuicio del rey'.
Además, decían: —Somos de la misma raza que nuestros compatriotas, y nuestros hijos tienen los mismos derechos que los de ellos. Sin embargo, vamos a tener que vender a nuestros hijos como esclavos. La verdad es que algunas de nuestras hijas ya lo son y no hemos podido hacer nada para evitarlo, porque nuestros campos y viñedos ya pertenecen a otros.
Si al rey le parece bien y ordena que sean destruidos, yo entregaré a los funcionarios de hacienda trescientos treinta mil kilos de plata que irán al tesoro del reino.
Las cartas daban permiso a los judíos para reunirse en todas las ciudades con el fin de defenderse, matar y exterminar totalmente a quienes los atacaran, sin importar de dónde vinieran y sin respetar ni a las mujeres ni a los niños. Además, les daba el derecho de apoderarse de sus pertenencias.
Pero la reina Ester se presentó ante el rey, y este ordenó por escrito que Amán fuera castigado por ese plan tan malvado. Ordenó que Amán y sus hijos fueran ahorcados.
Esto dice el Dios de Israel: Vosotros, habitantes de Israel, habéis llegado al colmo de la maldad. Por eso, ¡no os perdonaré! Vendéis al que es bueno por unas cuantas monedas, y al que es pobre por un par de zapatos;
Pero supongamos que ese criado piensa: «Mi amo ha salido de viaje y tardará mucho en volver», y entonces comienza a golpear a los otros criados y criadas, y a comer y a beber hasta emborracharse.
Aunque Dios os prometió que nunca volveríais a Egipto, él hará que volváis allí en barco y que seáis puestos a la venta, como esclavos, pero nadie querrá compraros.