José no aguantó más y ordenó a todos sus ayudantes que salieran de allí; así que cuando se dio a conocer a sus hermanos, nadie más estaba con él. Entonces dijo a sus hermanos: —¡Yo soy José! ¿Vive mi padre todavía? Y se echó a llorar tan fuerte que todos en Egipto y en el palacio del faraón llegaron a saberlo. Sin embargo, sus hermanos se asustaron tanto al verlo vivo que no supieron reaccionar.