7 Hemos estado pecando gravemente desde hace mucho tiempo. Por causa de nuestra maldad todos nosotros, incluyendo a nuestros reyes y sacerdotes, hemos sido entregados al poder de los reyes de otros países. Hasta hoy nuestros enemigos nos han herido, robado, humillado y convertido en esclavos.
7 Desde los días de nuestros padres hasta este día hemos vivido en gran pecado; y por nuestras iniquidades nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados en manos de los reyes de las tierras, a espada, a cautiverio, a robo, y a vergüenza que cubre nuestro rostro, como hoy día.
7 Desde el tiempo de nuestros antepasados hasta el día de hoy, hemos vivido sumergidos en el pecado. Por esa razón, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos estado a merced de los reyes paganos de la tierra. Nos han matado, capturado, robado y deshonrado, tal como estamos hoy.
7 Desde los tiempos de nuestros padres hasta ahora no hemos dejado de pecar delante de ti, y por culpa de nuestras faltas, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes fuimos entregados a los reyes de las naciones paganas, condenados a la espada, al cautiverio y al pillaje, y aún hoy llevamos la vergüenza en nuestro rostro.
7 Desde los días de nuestros padres hemos pecado en gran manera hasta este día, y por nuestras iniquidades nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes, hemos sido entregados en mano de los reyes de las tierras, a la espada, al cautiverio, al saqueo y a la confusión de rostro, como en este día.
7 Desde los días de nuestros padres hasta hoy hemos cometido muy graves faltas; y por nuestras iniquidades, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes fuimos entregados al poder de los reyes de otras naciones, a la espada, al cautiverio, al saqueo y a la afrenta que cubre nuestro rostro, como en este día.
Pero si en ese lugar donde tu pueblo esté prisionero, se convierte a ti con toda sinceridad, atiéndelo. Si reconoce que ha pecado y actuado mal y te lo dice, escúchalo. Si tu pueblo ora a ti y te ruega, mirando hacia esta tierra que diste a sus antepasados, hacia esta ciudad y hacia este Templo que yo te he construido,
Todo lo que nos ha ocurrido se debe a que nos hemos portado mal y hemos pecado gravemente. Pero tú, Dios nuestro, no nos has castigado como merecíamos, sino que has permitido que sobrevivamos unos pocos.
Durante muchos años fuiste paciente con ellos. Tu espíritu y tus profetas les advirtieron del castigo, pero ellos no quisieron escuchar; así que los dejaste caer en manos de naciones enemigas.
También se la di a los habitantes de Jerusalén y de las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus autoridades, para destruirlos. Sus ciudades quedaron convertidas en ruinas y hasta el momento en que esto se escribe, son motivo de espanto, de burla y de maldición.
Nosotros y nuestros antepasados hemos pecado contra ti. Desde que éramos jóvenes, y hasta el día de hoy, jamás te hemos obedecido. Por eso, debemos avergonzarnos y humillarnos por completo».
Pero cuando nuestros antepasados llegaron para habitar este país, no te obedecieron ni tuvieron en cuenta tus enseñanzas. ¡No cumplieron lo que tú les mandaste hacer, y por eso nos has castigado con esta desgracia!
Pero llegó el momento en que Dios ya no pudo aguantar más vuestra mala conducta ni las cosas odiosas que hacíais. Por eso vuestro país ha quedado convertido en un desierto horrible, en un montón de ruinas donde nadie vive, en objeto de horror y de maldición para todos sus vecinos. ¡Y esto es así hasta el momento presente!
¿Acaso habéis olvidado los pecados que cometieron vuestros antepasados? En Judá y en las calles de Jerusalén pecaron ellos y sus mujeres, y también los reyes de Judá y sus mujeres. ¿Acaso ya no os acordáis?
También las naciones sabrán que los israelitas tuvieron la culpa de haber sido deportados a otros países. Si yo los abandoné, fue porque resultaron infieles. Si dejé que cayeran bajo el poder de sus enemigos y que los mataran en el campo de batalla, fue porque así lo merecían a causa de sus rebeliones y pecados.