12 También nos dijiste que no debíamos permitir que nuestras hijas se casaran con hombres de esos pueblos, ni que las hijas de ellos se casaran con nuestros hijos; y que tampoco debíamos ayudar a esa gente a tener paz y bienestar. De esa manera seríamos fuertes, disfrutaríamos de todo lo bueno de este territorio y después se lo dejaríamos a nuestros hijos y nietos como herencia para siempre.
12 Ahora, pues, no daréis vuestras hijas a los hijos de ellos, ni sus hijas tomaréis para vuestros hijos, ni procuraréis jamás su paz ni su prosperidad; para que seáis fuertes y comáis el bien de la tierra, y la dejéis por heredad a vuestros hijos para siempre.
12 ¡No permitan que sus hijas se casen con los hijos de ellos! ¡No tomen a las hijas de ellos como esposas para sus hijos! Jamás promuevan la paz y la prosperidad para esas naciones. Si ustedes siguen estas instrucciones, serán fuertes y disfrutarán de las buenas cosas que la tierra produce, y dejarán esta prosperidad como herencia a sus hijos para siempre”.
12 No den pues sus hijas en matrimonio a los hijos de ellos ni tomen sus hijas para los hijos de ustedes. No hagan nada por su felicidad y prosperidad. Si actúan según mi Ley, ustedes serán poderosos, comerán los productos del país y lo dejarán como herencia a sus hijos para siempre.
12 por lo que no habréis de dar vuestras hijas a los hijos de ellos, ni sus hijas tomaréis para vuestros hijos, ni procuraréis su paz ni su bien para siempre, a fin de que seáis fortalecidos, y comáis lo bueno de la tierra, y la dejéis en posesión a vuestros hijos para siempre.
12 Por lo tanto, no deis vuestras hijas a sus hijos, ni toméis sus hijas para vuestros hijos; no busquéis jamás su paz y bienestar, para que podáis haceros fuertes, para que comáis los buenos productos de la tierra y la dejéis en herencia a vuestros hijos para siempre'.
Teniendo como testigo a todo Israel, que es la asamblea de Dios, y en presencia de nuestro Dios, os pido que respetéis y cumpláis todos los mandamientos de Dios; solo así podréis seguir viviendo en esta tierra fértil, y podréis dejársela como herencia a vuestros hijos para siempre. Luego el rey David dirigiéndose a su hijo Salomón le dijo:
Entonces el profeta Jehú, hijo de Jananí, salió a recibirlo y le dijo: —¿Por qué has ayudado a un malvado, y te has hecho amigo de gente que odia a Dios? Dios está muy enfadado contigo.
Los judíos se han casado con mujeres de esos pueblos, así que el pueblo de Dios se ha mezclado con esa gente. Y los primeros en pecar de esta manera han sido los propios dirigentes y autoridades del pueblo.
No hagas pacto alguno con esa gente ni los dejes seguir viviendo contigo, pues de lo contrario te harán pecar contra mí. Tampoco adores a sus dioses, porque, si lo haces, podrías perder la vida.