14 Animados por los profetas Ageo y Zacarías, los jefes judíos reanudaron la reconstrucción. Terminaron el edificio de acuerdo con lo que el Dios de Israel había indicado y según las órdenes de Ciro, Darío y Artajerjes, reyes de Persia.
14 Y los ancianos de los judíos edificaban y prosperaban, conforme a la profecía del profeta Hageo y de Zacarías hijo de Iddo. Edificaron, pues, y terminaron, por orden del Dios de Israel, y por mandato de Ciro, de Darío, y de Artajerjes rey de Persia.
14 Así que los ancianos de los judíos continuaron la obra y fueron muy animados por la predicación de los profetas Hageo y Zacarías, hijo de Iddo. Por fin el templo quedó terminado, como lo había ordenado el Dios de Israel y decretado Ciro, Darío y Artajerjes, reyes de Persia.
14 Los ancianos de los judíos prosiguieron la reconstrucción y la obra avanzó rápidamente gracias al profeta Ageo y a Zacarías hijo de Iddó; lo edificaron y lo terminaron conforme a las órdenes del Dios de Israel y a las de Ciro y Darío.
14 Y los ancianos judíos construyeron y prosperaron, conforme a la profecía del profeta Hageo y de Zacarías bar Iddo. Y terminaron la edificación conforme al mandato del Dios de Israel, y al edicto de Ciro, al de Darío, y al de Artajerjes rey de Persia.
14 Y así, los ancianos de los judíos continuaron con éxito la reconstrucción, siguiendo las profecías del profeta Ageo y de Zacarías, hijo de Idó, y terminaron la edificación por mandato del Dios de Israel y según el decreto de Ciro, de Darío y de Artajerjes, rey de Persia.
Zorobabel y el sacerdote Josué comenzaron la reconstrucción del Templo de Dios un año y dos meses después de haber llegado a Jerusalén. Lo hicieron con la ayuda de los sacerdotes y de todos los judíos que habían regresado a Jerusalén. Y para dirigir los trabajos eligieron a hombres de la tribu de Leví mayores de veinte años.
Pero Zorobabel, Josué y los otros jefes judíos contestaron: —No podemos aceptar vuestra ayuda. Solo nosotros podemos reconstruir el Templo de nuestro Dios, porque así nos lo ordenó el rey Ciro de Persia.
«En el primer año de su reinado, Ciro ordena: Que se reconstruya el Templo de Dios en Jerusalén para que allí se ofrezcan sacrificios. El Templo tendrá veintisiete metros de largo, nueve metros de ancho y trece metros y medio de alto.
Además, vosotros debéis ayudarlos en los trabajos y pagar puntualmente todos los gastos que tengan. Esto se hará con los impuestos que esa provincia paga al tesoro del reino.
Tiempo después, durante el reinado de Artajerjes, rey de Persia, llegó a Jerusalén, procedente de Babilonia, Esdras, que era descendiente de Aarón, el primer sacerdote de Israel. Los antepasados de Esdras fueron: Seraías, Azarías, Jelcías,
Aunque somos esclavos, no nos has abandonado. Tu amor por nosotros es tan grande que hiciste que los reyes de Persia nos permitieran volver para reconstruir tu Templo, que estaba en ruinas. ¡Aquí en Judá y en Jerusalén tú nos proteges!
Yo le digo a Ciro, el rey de Persia: "Tú vas a ser el pastor de mis ovejas, y harás lo que yo quiero". Digo también a Jerusalén: "Vas a ser reconstruida". Y al Templo le anuncio: "Serás reconstruido desde tus cimientos".
Dios le dio al profeta Ageo un mensaje para Zorobabel, hijo de Salatiel, y para Josué, hijo de Josadac. Esto sucedió el primer día del sexto mes, el mes de Elul, durante el segundo año del gobierno de Darío, rey de Persia. En aquel tiempo el gobernador de Judá era Zorobabel, y el jefe principal de los sacerdotes se llamaba Josué.
Esperáis grandes ganancias, pero es muy poco lo que habéis logrado; lo que traéis a vuestra casa, yo lo hago desaparecer en un instante. ¿Y sabéis por qué lo hago? ¡Pues porque mi Templo está en ruinas mientras que vosotros solo os preocupáis de arreglar vuestras propias casas! Por eso no he dejado que llueva sobre los campos y sobre los montes; por eso se han perdido vuestras cosechas de trigo, de uvas y de aceitunas; ¡por eso sufren personas y animales! Así que yo, que soy vuestro Dios, os digo: Si queréis verme contento, id a las montañas, traed madera y reconstruid mi Templo. Yo me alegraré de ello y allí mostraré mi gloria.
Yo soy el profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó. El Dios todopoderoso me habló en el octavo mes, el mes de Bul, durante el segundo año del gobierno de Darío, rey de Persia. Este es el mensaje que Dios me ha dado: —Vuestros antepasados me han ofendido mucho, pero estoy dispuesto a perdonaros si me pedís perdón. Esto es lo que os digo yo, que soy el Dios todopoderoso.
Pero quiero que sepáis que reconstruiré mi ciudad, y también mi Templo; así le mostraré cuánto la quiero. Así os lo aseguro yo mismo que soy el Dios todopoderoso.
Zorobabel ha puesto los cimientos de este Templo y él rematará la obra. Así reconoceréis que ha sido el Dios todopoderoso quien me ha enviado a vosotros.
Habéis oído el mensaje que, por medio de mis profetas, os he dirigido estos días en que se han puesto los cimientos para reconstruir mi Templo. Por lo tanto, ¡animaos! Antes de empezar la reconstrucción no se les pagaba a los trabajadores ni se alimentaba a los animales; por culpa del enemigo nadie viajaba con tranquilidad, y todos se peleaban contra todos. Pero ya no voy a tratar así a los que aún quedan con vida. Yo soy el Dios de Israel y cumpliré mi palabra.