3 Pero Zorobabel, Josué y los otros jefes judíos contestaron: —No podemos aceptar vuestra ayuda. Solo nosotros podemos reconstruir el Templo de nuestro Dios, porque así nos lo ordenó el rey Ciro de Persia.
3 Zorobabel, Jesúa, y los demás jefes de casas paternas de Israel dijeron: No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la edificaremos a Jehová Dios de Israel, como nos mandó el rey Ciro, rey de Persia.
3 Zorobabel, Jesúa y los otros líderes de Israel respondieron: —De ninguna manera pueden tomar parte en esta obra. Nosotros solos construiremos el templo para el Señor, Dios de Israel, tal como nos ordenó Ciro, rey de Persia.
3 Zorobabel, Josué y los demás jefes de familia de Israel les respondieron: '¡No tenemos que construir junto con ustedes un Templo para nuestro Dios. Nosotros solos construiremos para Yavé Dios de Israel, tal como nos lo ordenó Ciro, rey de Persia!'
3 Pero Zorobabel, Jesúa, y los demás cabezas paternas de Israel les respondieron: Nada tenéis que ver con nosotros° para que edifiquéis Casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos construiremos para YHVH, Dios de Israel, como nos ordenó Ciro rey de Persia.
3 Pero Zorobabel, Josué y los demás jefes de familia de Israel les respondieron: 'No podéis colaborar con nosotros para edificar un templo a nuestro Dios, sino que hemos de ser nosotros solos quienes lo edifiquemos en honor de Yahveh, Dios de Israel, pues así lo dispuso Ciro, rey de Persia '.
El primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, este rey dio la siguiente orden, de palabra y por escrito, a todos los habitantes de su reino: «Así dice Ciro, rey de Persia: El Dios de los cielos me ha hecho rey de todas las naciones y me ha encargado que le construya un Templo en la ciudad de Jerusalén, que está en la región de Judá. Por tanto, todos los que sean de Judá, tienen mi permiso para ir a Jerusalén. ¡Y que Dios los ayude!». Con esta orden se cumplió lo que Dios había anunciado por medio del profeta Jeremías.
Era el primer año del gobierno de Ciro, rey de Persia. Este rey, impulsado por Dios y para que se cumpliera lo anunciado por medio del profeta Jeremías, dio la siguiente orden, de palabra y por escrito, a todos los habitantes de su reino:
«Esto dice Ciro, rey de Persia: “El Dios de los cielos, que es dueño de todo, me hizo rey de todas las naciones y me encargó que le construya un Templo en la ciudad de Jerusalén, que está en la región de Judá.
Por tanto, todos los que sean de Judá y quieran reconstruir el Templo, tienen mi permiso para ir a Jerusalén. El Dios de Israel vive allí y los ayudará.
Zorobabel y el sacerdote Josué comenzaron la reconstrucción del Templo de Dios un año y dos meses después de haber llegado a Jerusalén. Lo hicieron con la ayuda de los sacerdotes y de todos los judíos que habían regresado a Jerusalén. Y para dirigir los trabajos eligieron a hombres de la tribu de Leví mayores de veinte años.
Yo les contesté: —Dios todopoderoso hará que tengamos éxito. Y somos nosotros, sus siervos, quienes vamos a hacer los trabajos de reconstrucción. Vosotros no tenéis autoridad ni derecho alguno en Jerusalén, pues no formáis parte de su historia.
Yo le digo a Ciro, el rey de Persia: "Tú vas a ser el pastor de mis ovejas, y harás lo que yo quiero". Digo también a Jerusalén: "Vas a ser reconstruida". Y al Templo le anuncio: "Serás reconstruido desde tus cimientos".
Mirad, yo os envío como si enviara ovejas a un lugar lleno de lobos. Por eso, sed astutos como las serpientes, pero sed también sencillos, como las palomas.
Como los judíos no se llevaban bien con los de Samaría, la mujer le contestó: —¡Pero si eres judío! ¿Cómo te atreves a pedirme agua a mí, que soy samaritana?