Mi nombre es Ezequiel, hijo de Buzí, y soy sacerdote. Fui llevado prisionero a Babilonia, junto con el rey Jeconías y muchos otros israelitas. Cinco años después, Dios me habló, me hizo sentir su poder y me permitió ver algunas cosas que iban a suceder. Estaba yo junto al río Quebar. Era el día cinco del cuarto mes, el mes de Tamuz del año treinta.
Estos cuatro jóvenes recibieron de Dios gran inteligencia y sabiduría para entender toda clase de libros y de ciencias. Además, Daniel entendía el significado de los sueños y las visiones.
Cuando tuve esta visión, yo estaba solo, pues los que estaban conmigo se asustaron tanto que se escondieron. Hasta yo mismo me quedé sin fuerzas y sentí que me desmayaba.
Pero cuando su reino ya esté bien establecido, será destruido y se dividirá en cuatro partes. Este rey no dejará el poder a sus hijos, ni será un reino tan poderoso como lo fue antes, porque ahora quedará dividido y lo gobernarán otros reyes.
Durante el primer año del reinado de Baltasar en Babilonia, Daniel tuvo un sueño y visiones; en su sueño vio muchas cosas. Cuando despertó, puso por escrito lo que había soñado. Y esto fue lo que escribió: