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Apocalipsis 20:8 - Biblia Lenguaje Básico

8 y saldrá a engañar a los países de Gog y Magog, que representan a todas las naciones de este mundo. Satanás reunirá para la guerra a los ejércitos de esos países; sus soldados no se pueden contar, como tampoco se puede contar la arena del mar.

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Biblia Reina Valera 1960

8 y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Saldrá para engañar a las naciones —llamadas Gog y Magog— por todos los extremos de la tierra. Las reunirá a todas para la batalla: un poderoso ejército tan incalculable como la arena de la orilla del mar.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 saldrá a engañar a Gog y Magog, es decir, a las naciones de los cuatro extremos de la tierra, una multitud tan numerosa como las arenas del mar.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y Magog,° a fin de reunirlos° para la batalla; cuyo número es como la arena del mar.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 y saldrá para seducir a los pueblos que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, para congregarlos para la guerra, tan numerosos como la arena del mar.

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Apocalipsis 20:8
17 Referans Kwoze  

La población de Judá e Israel era incontable; eran tan numerosos como los granos de arena que hay en la playa. Tenían comida y bebida en abundancia y eran muy felices.


Dios le preguntó cómo lo haría y el espíritu le respondió: «Haré que todos los profetas del rey solo digan mentiras». Entonces Dios le dijo: «Vete porque he decidido que logres convencer a Ajab». Así pues, Dios ha permitido que todos tus profetas solo te digan mentiras, porque ha decidido que te vaya mal en la batalla.


Aunque seáis, israelitas, tan numerosos como la arena del mar, solo unos cuantos volverán, pues la destrucción ya está decidida y Dios la llevará a cabo con justicia.


—Ezequiel, hombre mortal, vuelve la mirada hacia la región de Magog, y pronuncia contra su rey el siguiente mensaje de mi parte: Gog, jefe principal de Mésec y de Tubal,


Ezequiel, hombre mortal, pronuncia contra Gog este mensaje de mi parte: —¡Gog, príncipe supremo de Mésec y Tubal, aquí estoy en contra de ti!


Ezequiel, yo enviaré fuego sobre Magog y sobre la gente que vive tranquila en los países más lejanos. Mostraré mi grandeza en medio de mi pueblo y no dejaré que mi nombre vuelva a ser deshonrado. Entonces todas las naciones reconocerán que yo soy el Dios de Israel.


—Ezequiel, hombre mortal, diles a los israelitas que el Dios de Israel les envía esta advertencia con respecto a su tierra: ¡El fin está cerca! ¡Ha llegado la hora para vosotros y para todo el país! Voy a pediros cuentas y a descargar mi ira contra vosotros.


Por eso Abrahán, aunque ya era muy mayor, tuvo tantos descendientes como las estrellas del cielo y como los granos de arena que hay a la orilla del mar, que no se pueden contar.


El gran dragón fue arrojado del cielo. El dragón es Satanás, el diablo. Y es la antigua serpiente que se dedica a engañar a todo el mundo. Él y sus ángeles fueron lanzados a la tierra.


Eran espíritus de demonios que hacían prodigios. Salieron para reunir a todos los reyes del mundo a fin de participar en la gran batalla que iba a tener lugar el día del Dios todopoderoso.


Y el diablo, que los había engañado, será arrojado al lago donde el azufre arde en llamas. Allí serán también arrojados el monstruo y el falso profeta, y allí serán atormentados todos ellos para siempre, de día y de noche.


Lo arrojó al Abismo y allí lo encerró. Luego aseguró la puerta y le puso un sello, para que el dragón no pueda salir a engañar a los países, hasta que se cumplan los mil años. Después de eso, el dragón será puesto en libertad por un corto tiempo.


Después de esto, vi cuatro ángeles que estaban de pie. Cada uno de ellos miraba a uno de los cuatro puntos cardinales. Estaban deteniendo al viento para que no soplara sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre los árboles. Estos cuatro ángeles habían recibido poder para dañar la tierra y el mar. Vi también a otro ángel, que venía del oriente, el cual tenía el sello del Dios que vive para siempre. Con ese sello debía marcar en la frente a todos los servidores de nuestro Dios. Ese ángel gritó con fuerte voz a los otro cuatro: —¡No dañéis la tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que hayamos marcado en la frente a los que sirven a nuestro Dios!


Los madianitas, los amalecitas y toda la gente del este se habían dispersado por todo el valle. Parecían una plaga de saltamontes y tenían tantos camellos como granos de arena hay en la playa.


Y así sucedió, los filisteos se reunieron para atacar a los israelitas. Llegaron treinta mil carros de guerra, seis mil soldados de caballería, y un ejército que ni siquiera se podía contar. Todos ellos acamparon en Micmás, al este de Bet-Avén.


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