9 Entonces alguien me dijo: —Escribe esto: «Felices sean todos los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero». Y luego añadió: —Esto lo dice Dios y él no miente.
9 Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.
9 Y el ángel me dijo: «Escribe esto: “Benditos son los que están invitados a la cena de la boda del Cordero”». Y añadió: «Estas son palabras verdaderas que provienen de Dios».
9 Después el ángel me dijo: 'Escribe: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero. Y añadió: 'Estas son palabras verdaderas de Dios.
9 Y me dijo: Escribe: Bienaventurados los que han sido invitados a la cena de la fiesta de las bodas° del Cordero. Y me dijo: Éstas son palabras verdaderas de Dios.
Dios me dijo: —Isaías, quiero que llames al sacerdote Urías y a Zacarías, hijo de Baraquías, para que sean testigos de lo que vas a hacer. Delante de ellos tomarás una tablilla grande de arcilla y escribirás, con letras grandes y claras, el nombre Maher Salal, Jas Baz, que significa «Ya viene la destrucción, ya están aquí los ladrones».
Esta es una enseñanza que todos deben aceptar: que Jesucristo vino a este mundo para salvar a los pecadores del castigo que merecen, ¡y yo soy el mayor pecador de todos! Pero Dios fue misericordioso conmigo, demostrando así la gran generosidad que Jesucristo tuvo conmigo antes que ningún otro. Lo hizo para que otros sigan mi ejemplo y crean en Cristo para tener vida eterna.
Esto es verdad y quiero que insistas en enseñarlo, para que los que creen en Dios se dediquen con entusiasmo a practicar el bien. Estas cosas son buenas y ayudan a todos.
Dios ha mostrado a Jesucristo lo que pronto sucederá, para que él se lo enseñe a sus servidores. Y Jesucristo se lo ha comunicado a Juan, su servidor, enviándole un ángel.
Cuando iba a escribir lo que decían las siete voces, oí una voz del cielo que me dijo: —No escribas lo que han dicho las siete voces fuertes como truenos; mantenlo en secreto.
Entonces oí una voz del cielo, que me decía: —Escribe esto: «Felices los que de ahora en adelante mueran unidos al Señor». Y el Espíritu de Dios dice: —Así es, porque ellos descansarán de todos sus trabajos, pues Dios les premiará por todo el bien que han hecho.
Entonces se acercó uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y me dijo: —Ven; te voy a enseñar el castigo que le espera a esa gran prostituta que está sentada a la orilla de ríos caudalosos.
Y es que Dios permitió que los diez reyes hicieran lo que él había pensado hacer. Hizo que se pusieran de acuerdo para entregar su poder al monstruo. Y ellos obedecerán al monstruo hasta que se cumplan todos los planes de Dios.
Escribe al ángel de la iglesia de Éfeso: Yo sostengo las siete estrellas en mi mano derecha y me paseo entre los siete candelabros de oro. Pon atención a lo que te voy a decir:
Escribe al ángel de la iglesia de Tiatira: ¡Yo soy el Hijo de Dios! Mis ojos parecen llamas de fuego, y mis pies brillan como el bronce bien pulido. Escucha lo que te voy a decir:
Y dijo el que estaba sentado en el trono: —¡Yo hago todo nuevo! Y también dijo: —Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de ser creídas.
El ángel me dijo: —Estas palabras que te digo son verdaderas y merecen ser creídas. El Señor, el mismo Dios que da su Espíritu a los profetas, ha enviado a su ángel para mostrar a sus servidores lo que pronto sucederá. Y esto es lo que dice Jesús:
Escribe al ángel de la iglesia de Sardes: Yo tengo los siete espíritus de Dios y las siete estrellas. Escucha lo que te voy a decir: —Estoy enterado de todo lo que haces y aunque tienes fama de serme fiel, la verdad es que no lo eres.
Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: ¡Yo soy el Amén! Y me llamo así porque enseño la verdad acerca de Dios y nunca miento. Por medio de mí, Dios creó todas las cosas. Escucha bien lo que te voy a decir:
Escribe al ángel de la iglesia de Filadelfia: Yo soy el Santo, el que dice la Verdad. Yo tengo en mi poder la llave de David. Cuando abro una puerta, nadie puede volver a cerrarla; y cuando la cierro, nadie puede volver a abrirla. Escucha lo que te voy a decir: