Cuando el ejército de Israel estaba a punto de entrar en Samaría, un profeta de Dios llamado Oded le salió al encuentro y les dijo: —El Dios de vuestros antepasados está muy furioso contra los de Judá, y por eso vosotros habéis podido derrotarlos. Sin embargo, habéis sido tan crueles y violentos con ellos, que ahora Dios os va a pedir cuentas a vosotros.
oré así: —¡Dios mío, qué vergüenza! ¡Estoy tan confundido que no sé cómo hablarte! Nuestros pecados son tantos que si los pusiéramos uno sobre otro llegarían hasta el cielo.
El terremoto partió en tres la gran ciudad de Babilonia y las restantes ciudades del mundo se derrumbaron. Y es que no se olvidó de Babilonia, sino que, lleno de ira, la castigó terriblemente.