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Amós 8:2 - Biblia Lenguaje Básico

2 Entonces me preguntó: —¿Qué es lo que ves, Amós? Yo le respondí: —Veo una cesta llena de fruta madura. Entonces Dios me dijo: —Pues también Israel está lleno de maldad y listo para ser castigado. Ya no volveré a perdonar sus pecados.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

2 Y dijo: ¿Qué ves, Amós? Y respondí: Un canastillo de fruta de verano. Y me dijo Jehová: Ha venido el fin sobre mi pueblo Israel; no lo toleraré más.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 —¿Qué ves, Amós? —me preguntó. —Una cesta repleta de fruta madura —contesté. Entonces el Señor dijo: —Al igual que esta fruta, ¡Israel está maduro para el castigo! No volveré a demorar su castigo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 y me dijo: '¡Qué ves, Amos?' Yo respondí: 'Una canasta de frutas maduras. Yavé me dijo: 'También está maduro mi pueblo de Israel, el fin ha llegado; ya no le perdonaré más.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Y dijo: ¿Qué ves, Amós? Y respondí: Un cesto de fruta madura. Entonces me dijo YHVH: Maduro° está mi pueblo Israel; ya no lo toleraré más.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Y me preguntó: '¿Qué ves, Amós?'. 'Una cesta de fruta madura', respondí. Yahveh me dijo: 'Mi pueblo Israel está maduro, no le perdonaré ya más.

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Amós 8:2
25 Referans Kwoze  

Por eso dijo a Noé: —Voy a acabar con todos los seres vivos de este mundo; los exterminaré a todos porque la tierra está llena de violencia.


y esa flor ya marchita, que es su capital y domina el fértil valle, será como fruta madura que la arranca y se la come el primero que la ve.


Voy a quedarme a vivir en Mispá para representaros ante los babilonios cuando vengan aquí. En cuanto a vosotros, volved a vuestras ciudades y encargaos de cosechar los frutos de verano, el vino y el aceite, y almacenadlo todo debidamente.


Los profetas solo dicen mentiras, los sacerdotes hacen lo que quieren, y mi pueblo parece estar feliz. Pero ¿qué haréis cuando llegue el fin?


Se acercaba nuestro fin. Vigilaban nuestros pasos y no nos dejaban andar libremente; ¡nuestros días estaban contados!


Pues ahora, vete y diles de mi parte que ese dicho no volverá a repetirse en Israel. Más bien, diles este otro dicho: «Está cerca el día en que se cumplirá lo que el profeta anunció».


Pero yo soy el Dios de Israel, y te juro que te quitaré la vida; tú, tu gente y tus animales morirán atravesados por la espada.


Dios también me dijo: —Pon atención, hombre mortal, y aprende de memoria todo lo que voy a decirte.


En cambio, los israelitas, son tan necios y rebeldes que no te harán caso, como no me lo han hecho a mí.


Entonces Dios me dijo: —Mira, hombre mortal, a esos jefes de Israel. ¡Ahí los tienes, cada uno adorando en secreto a su propio ídolo! Ellos creen que he abandonado el país, y por eso piensan que no los veo.


Entonces Dios me dijo: —¿Has visto, Ezequiel, hombre mortal? Parece que el pueblo de Judá no se conforma con cometer tantas acciones odiosas aquí en el Templo. También ha llenado de violencia a todo el país y no hacen más que enfurecerme. ¡Y para colmo, me obligan a oler los ramos malolientes con que adoran a su ídolo!


Entonces Dios me dijo: —Fíjate en las acciones tan odiosas que hacen los israelitas. Eso hace que yo me aleje de mi Templo. Pero todavía vas a ver cosas peores.


Pronto sabrás, Israel, que ya ha llegado el día en que te daré tu merecido. Tan grande es tu maldad, y tan inmenso es tu odio, que llamas «tontos» y «locos» a los profetas que te he enviado. Los envié para avisarte del peligro, pero tú les tendiste trampas; ¡hasta en mi propio Templo les has mostrado tu gran odio!


Me preguntó: —¿Qué es lo que ves, Amós? Yo le respondí: —Veo una plomada de albañil. Entonces Dios me dijo: —Con esta plomada voy a ver si mi pueblo se comporta rectamente. Ya no voy a perdonarle un solo pecado más.


Dios me permitió ver también una cesta en la que había fruta madura.


Yo, Miqueas, soy un miserable, y quisiera calmar mi apetito. Ando en busca de uvas o higos, pero no encuentro nada que comer ya todo lo han cosechado.


El ángel me preguntó: —¿Qué es lo que ves, Zacarías? Yo le respondí: —Veo un libro que vuela. El libro mide diez metros de largo y cinco de ancho.


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