13 Esto dice el Dios de Israel: Vosotros, habitantes de Amón, habéis llegado al colmo de la maldad. Por eso, ¡no os perdonaré! Para agrandar vuestro territorio, habéis abierto en canal a las embarazadas de Galaad.
13 Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de los hijos de Amón, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque para ensanchar sus tierras abrieron a las mujeres de Galaad que estaban encintas.
13 Esto es lo que dice el Señor: «¡Los habitantes de Amón han pecado una y otra vez y no permitiré que queden sin castigo! Cuando atacaron a Galaad para extender sus fronteras, con sus espadas abrieron a las mujeres embarazadas.
13 Así dice Yavé: 'Mi sentencia en contra de Ammón por sus muchos crímenes será sin apelación. Porque ellos al extender sus dominios abrieron el vientre de las mujeres embarazadas de Galaad,
13 Así dice YHVH: Por tres transgresiones de los hijos de Amón, Y por la cuarta, no lo revocaré: Que para ensanchar su territorio rajaron por el medio a las mujeres preñadas de Galaad;
13 Así dice Yahveh: por tres crímenes de los hijos de Amón y por cuatro, no lo revocaré: porque abrieron en canal a las mujeres encintas de Galaad, para ensanchar su propio territorio.
A la gente que vivía en la ciudad la sacó de allí y la condenó a trabajos forzados, obligándola a hacer ladrillos y otros trabajos en los que tenía que utilizar sierras, picos y hachas de hierro. Así lo había hecho con todas las ciudades amonitas que había conquistado. Después de eso, David y su ejército regresaron a Jerusalén.
En ese tiempo Menajén atacó desde Tirsá a la ciudad de Tifsaj y se apoderó de todo lo que había en ella y sus alrededores. También mató a todos sus habitantes, incluyendo a las mujeres embarazadas, porque no habían querido reconocerlo como rey.
Entonces Dios envió bandas de caldeos, sirios, moabitas y amonitas, para que atacaran y destruyeran Judá. Así se cumplió lo que Dios había anunciado por medio de sus profetas.
Entonces Jazael le preguntó: —¿Por qué llora, mi señor? Eliseo le respondió: —Porque yo sé todo el mal que vas a causar a mi pueblo Israel. Vas a incendiar sus ciudades amuralladas, y acabarás por completo con todos sus habitantes.
Cuando nuestros antepasados salieron de Egipto, tú no les permitiste entrar al territorio de Amón, Moab y Seír, sino que les mandaste que fueran por otro camino, evitando así que nuestros antepasados destruyeran a esos pueblos. Pero ahora los ejércitos de esa gente nos están atacando, y nos quieren echar del territorio que tú nos diste.
Pero Sambalat, natural de Jorón, al que se unieron Tobías el funcionario amonita y Guesén el árabe, se burlaron de nosotros y dijeron: —¿Qué os traéis entre manos? ¿Vais a poneros en contra del rey?
Los habitantes de Jerusalén no van a creer ese mensaje, pues confían en el tratado que hicieron con el rey de Babilonia. Sin embargo, este rey les recordará sus pecados y se los llevará prisioneros.
Dios también me dio este mensaje: —Ezequiel, hombre mortal, enfréntate a los amonitas y diles de mi parte que pongan mucha atención a este mensaje contra ellos: Vosotros os alegrasteis cuando visteis que mi Templo y la tierra de Israel eran destruidos. Os burlasteis de mi pueblo cuando visteis que lo llevaban prisionero a otro país.
Vosotros sabíais que yo estoy allí con mi pueblo. Sin embargo, dijisteis: «Esas dos naciones, esos dos países —Israel y Judá—, van a ser nuestros, nos vamos a apoderar de ellos».
Castigaré a Samaría, porque su gente se rebeló contra mí. Sus habitantes morirán en la batalla, a sus niños los estrellarán contra el suelo y destrozarán el vientre de las embarazadas.
Esto dice el Dios de Israel: Vosotros, habitantes de Damasco, habéis llegado al colmo de la maldad. Por eso, ¡no os perdonaré! Habéis hecho pedazos a la gente de Galaad como si desgranarais trigo en la era utilizando trillos de hierro.
Pero nos dijo también que no atacáramos a los amonitas, pues son descendientes de Lot y no se nos iba a dar nada de ese territorio ya que el propio Dios ya se lo había dado a ellos.