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2 Samuel 8:6 - Biblia Lenguaje Básico

6-8 Luego puso gobernadores sobre los sirios de Damasco, y también estos tuvieron que reconocer a David como rey y empezar a pagarle impuestos. Y Dios hacía triunfar a David por dondequiera que iba. David se apoderó de los escudos de oro que llevaban los oficiales de Adadézer, y se los llevó a Jerusalén. También se llevó una gran cantidad de bronce de Betá y Berotay, ciudades que gobernaba Adadézer.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

6 Puso luego David guarnición en Siria de Damasco, y los sirios fueron hechos siervos de David, sujetos a tributo. Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 Luego puso varias guarniciones militares en Damasco, la capital aramea, y los arameos se convirtieron en súbditos de David y le pagaban tributo. Así que el Señor le daba la victoria a David dondequiera que iba.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 Después de eso, David puso gobernadores en la región de Damasco y los arameos pasaron a ser súbditos de David; le pagaban un tributo. Así fue como Yavé daba la victoria a David adondequiera que iba.

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 e impuso David guarniciones en Siria de Damasco, y los sirios fueron siervos de David, y pagaron tributo. Y a dondequiera que iba David, YHVH le daba la victoria.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Estableció luego gobernadores en la región aramea de Damasco, y así los arameos quedaron sometidos a David y le pagaban tributo. Así Yahveh concedía la victoria a David por dondequiera que éste iba.

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2 Samuel 8:6
26 Referans Kwoze  

Cuando todos los reyes que estaban aliados con Adadézer vieron que David los había derrotado, hicieron la paz con Israel y quedaron a su servicio. Desde entonces los arameos no volvieron a ayudar a los amonitas.


Se encontraba David en la cueva, mientras que un batallón de filisteos estaba en Belén.


¡El momento ha llegado! Recordad que Dios prometió a David que por medio de él libraría a Israel de los filisteos y de todos sus enemigos.


Cada día David tenía más y más poder, pues Dios todopoderoso lo ayudaba. David sabía que Dios le había dado ese poder, y que lo había hecho rey de Israel por amor a su pueblo. Jirán, el rey de Tiro, envió mensajeros a David y con ellos envió expertos en trabajar con madera y piedra. Le envió también madera de cedro para que le hicieran a David un palacio en Jerusalén.


Yo soy quien siempre te ha protegido y te he ayudado a derrotar a tus enemigos. Y soy también quien te va a hacer tan famoso como los más famosos de la tierra.


luego puso gobernadores por todo su territorio, y así los edomitas lo reconocieron como rey. Dios seguía haciendo triunfar a David por dondequiera que iba.


También derrotó a los moabitas. Hizo que se tendieran en tierra formando una fila, y de cada tres soldados mataba a dos y al tercero le perdonaba la vida. Así fue como los moabitas tuvieron que reconocer a David como su rey, y pagarle impuestos.


Cuando el rey Ajab murió y su hijo Ocozías llegó a ser rey de Israel, los moabitas se rebelaron contra los israelitas. Un día, Ocozías se cayó por una ventana del segundo piso de su palacio en Samaría. Como quedó malherido, envió mensajeros hasta Ecrón para que le preguntaran a Baal Zebub, que era el dios de ese país, si se iba a recuperar.


Todo lo que hizo Jeroboán, su poder y cómo luchó y recuperó las ciudades de Damasco y Jamat para Israel, está escrito en el libro de la Historia de los Reyes de Israel.


Por eso Dios siempre lo ayudaba y hacía que le fuera bien en todo. Ezequías se rebeló contra el rey de Asiria y se negó a estar bajo su dominio.


Mesá, el rey de Moab, se dedicaba a la cría de ovejas, y cada año le pagaba al rey de Israel un impuesto de cien mil corderos y la lana de cien mil carneros.


Luego puso gobernadores sobre los sirios de Damasco, y también estos tuvieron que reconocer a David como rey. Dios seguía haciendo triunfar a David por dondequiera que iba.


Pero yo te reconozco como mi único Dios; ¡por favor, escucha mis ruegos!


Los de Moab son mis esclavos, Edom es mi propiedad, y en territorio filisteo lanzo gritos de victoria».


Los soldados preparan los caballos para el combate, pero es Dios quien da la victoria.


Jonatán atacó y destruyó un cuartel filisteo que estaba en Guibeá. Como los filisteos se enteraron de este ataque, Saúl mandó tocar la trompeta por todo el país para poner en alerta a los israelitas.


Saúl acampó en Migrón, bajo un árbol, en las afueras de Guibeá. Con él estaban seiscientos soldados y el sacerdote Ajías, que era hijo de Ajitub y sobrino de Icabod. Su abuelo era Finés, hijo del sacerdote Elí, que había servido a Dios en Siló. Un día Jonatán, el hijo de Saúl, sin decir nada a su padre y sin que nadie se enterara, dijo a su escudero: —Ven, acompáñame al otro lado. Vamos a acercarnos al ejército de los filisteos. Aunque somos pocos, con la ayuda de Dios los vamos a derrotar. El escudero respondió: —Haz lo que mejor te parezca, yo te apoyaré en todo. El lugar por el que Jonatán pretendía pasar hasta el destacamento filisteo se hallaba entre dos grandes peñascos conocidos como Bosés y Sene: el uno estaba al norte, enfrente de Micmás, y el otro al sur, enfrente de Guibeá.


Además, Dios hizo que temblara la tierra por lo que se produjo un gran pánico tanto en el campamento y el ejército filisteo, como entre la gente de toda la región.


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