2 También derrotó a los moabitas. Hizo que se tendieran en tierra formando una fila, y de cada tres soldados mataba a dos y al tercero le perdonaba la vida. Así fue como los moabitas tuvieron que reconocer a David como su rey, y pagarle impuestos.
2 Derrotó también a los de Moab, y los midió con cordel, haciéndolos tender por tierra; y midió dos cordeles para hacerlos morir, y un cordel entero para preservarles la vida; y fueron los moabitas siervos de David, y pagaron tributo.
2 David también conquistó la tierra de Moab. Hizo que la gente se acostara en el suelo en una fila y con una soga los midió y los separó por grupos. Ejecutó dos grupos por cada grupo que dejó con vida. Los moabitas a quienes se les perdonó la vida, se convirtieron en súbditos de David y tuvieron que pagarle tributo.
2 Venció igualmente a los moabitas. Los hacía tender en tierra y medir con un cordel: dos cordeles para los que estaban destinados a la muerte, y un cordel, a los que se perdonaba la vida. Los moabitas quedaron sometidos a David y le pagaron contribuciones.
2 También derrotó a Moab, y los midió a cordel haciéndolos echarse en tierra: dos cordeles para morir, y un cordel para vivir. Y los moabitas fueron siervos de David, y pagaron tributo.
2 Derrotó también a los moabitas y, haciéndolos tenderse en el suelo, los midió a cordel; condenó a muerte a dos cordeles y al tercer cordel los dejó con vida. Así, los moabitas quedaron sometidos a David y le pagaban tributo.
A la gente que vivía en la ciudad la sacó de allí y la condenó a trabajos forzados, obligándola a hacer ladrillos y otros trabajos en los que tenía que utilizar sierras, picos y hachas de hierro. Así lo había hecho con todas las ciudades amonitas que había conquistado. Después de eso, David y su ejército regresaron a Jerusalén.
Luego puso gobernadores sobre los sirios de Damasco, y también estos tuvieron que reconocer a David como rey y empezar a pagarle impuestos. Y Dios hacía triunfar a David por dondequiera que iba. David se apoderó de los escudos de oro que llevaban los oficiales de Adadézer, y se los llevó a Jerusalén. También se llevó una gran cantidad de bronce de Betá y Berotay, ciudades que gobernaba Adadézer.
Cuando el rey Ajab murió y su hijo Ocozías llegó a ser rey de Israel, los moabitas se rebelaron contra los israelitas. Un día, Ocozías se cayó por una ventana del segundo piso de su palacio en Samaría. Como quedó malherido, envió mensajeros hasta Ecrón para que le preguntaran a Baal Zebub, que era el dios de ese país, si se iba a recuperar.
Los ejércitos de muchos pueblos se han puesto de acuerdo para hacerte la guerra: se han aliado contra ti Edom, Moab y las tribus del desierto; a ellos se han unido Asiria, los ejércitos de Guebal, Amón, Amalec, Tiro y Filistea; todos ayudan a los hijos de Lot.
no le creáis. Haced las paces conmigo y rendíos. Entonces podréis comer las uvas de vuestra propia viña, los higos de vuestra higuera y beber el agua de vuestro pozo.
Lo que estoy viendo, no sucederá enseguida; lo que contemplo, no está cerca. Se trata de un rey que surge en Israel y derrotará al pueblo de Moab, aplastando a todos sus habitantes.
Pero algunos desconfiados decían burlándose: —¿Y este es el que va a salvarnos? Y como pensaban que Saúl no servía para rey, no le hicieron ningún regalo. A pesar de ello, Saúl no dijo nada.
Sin embargo los israelitas estuvieron en guerra con los filisteos mientras Saúl fue rey de Israel. Por eso Saúl siempre tenía en su ejército a los jóvenes más fuertes y valientes. Además, Saúl combatió también a todos sus enemigos de alrededor: contra Moab, Amí, Edom, los reyes de Sobá, los filisteos y los amalecitas. Venció a todos sus enemigos, y alcanzó grandes triunfos. Así fue como libró a Israel de los pueblos que les robaban todo lo que tenían. Saúl tuvo tres hijos, que fueron Jonatán, Jisví y Malquisúa. También tuvo dos hijas; la mayor se llamaba Merab, y la menor, Mical. Su mujer se llamaba Ajinoán, y era hija de Ajimás. El general de su ejército se llamaba Abner y era hijo de Ner, tío de Saúl. El padre de Saúl y el padre de Abner eran hermanos.
De allí David se fue a una ciudad de Moab llamada Mispá, y le pidió al rey de ese país: —Por favor, te ruego que dejes que mi padre y mi madre vivan aquí, en tu país, hasta que yo sepa lo que Dios va a hacer conmigo.