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2 Samuel 7:10 - Biblia Lenguaje Básico

10 También a mi pueblo Israel le daré un lugar donde pueda vivir en paz. Nadie volverá a molestarlo ni a hacerle daño;

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

10 Además, yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido, ni los inicuos le aflijan más, como al principio,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Le daré una patria a mi pueblo Israel y lo estableceré en un lugar seguro donde nunca será molestado. Las naciones malvadas no lo oprimirán como lo hicieron en el pasado,

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 y pondré en el lugar que le corresponde a mi pueblo de Israel. Allí lo plantaré y allí se quedará. Ya no será más sacudido; los malvados ya no seguirán oprimiéndolo como antes,

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Asimismo he dispuesto un lugar para mi pueblo, para Israel; y lo he plantado para que habite en él, y no sea más removido, ni los hijos de iniquidad continúen oprimiéndolo como al principio,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Fijaré un lugar para mi pueblo Israel: allí lo plantaré y allí morará, sin que sea ya turbado, pues los hijos de la iniquidad no volverán a afligirlo como antes,

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2 Samuel 7:10
25 Referans Kwoze  

Si los israelitas obedecen todos los mandamientos que di a Moisés, no los expulsaré del país que les he dado».


También a mi pueblo Israel le daré un lugar donde pueda vivir en paz. Nadie volverá a molestarlo ni a hacerle daño; será como cuando gobernaban los jueces. Yo haré que de tus descendientes salgan los reyes de Israel, y humillaré a tus enemigos. Después de tu muerte, yo haré que uno de tus hijos sea el rey de mi pueblo. Él será quien me construya una casa, y haré que su reino dure para siempre. Yo seré para él como un padre, y él será para mí como un hijo. Y nunca dejaré de amarlo, ni lo abandonaré como abandoné a Saúl. Al contrario, lo afirmaré para siempre en mi casa y en mi reino, y su trono se mantendrá firme por siempre».


Si los israelitas obedecen todos los mandamientos que le di a Moisés, no los expulsaré del país que les he dado».


Dios mío, nuestros padres nos han contado las grandes maravillas que tú hiciste en el pasado.


No fue con la espada como ellos conquistaron esta tierra; no fue la fuerza de su brazo lo que les dio la victoria. ¡Fue tu mano poderosa! ¡Fue la luz de tu presencia, porque tú los amabas!


Dios del universo, ¡haz que nos recuperemos! ¡Muéstranos tu bondad y estaremos a salvo!


Nosotros somos la vid que trajiste de Egipto; para plantarla en esta tierra expulsaste a las naciones.


Entonces el faraón ordenó a los egipcios que tiraran al río a todos los niños israelitas que nacieran, pero que dejasen con vida a las niñas.


Tú, oh Dios, los llevarás al monte que elegiste para ti, a la santa morada que hiciste para ti, la casa que tú mismo construiste.


Removió la tierra, le quitó las piedras y plantó cepas de la mejor calidad. Puso una torre en medio del terreno y construyó en ella un lagar. Mi amigo esperaba uvas dulces, pero solo cosechó uvas agrias.


Mi viña, mi plantación más querida, sois vosotros, pueblo de Israel; sois vosotros, pueblo de Judá. Yo, el Dios todopoderoso, esperaba de vosotros obediencia, pero solo encuentro desobediencia; esperaba justicia, pero solo encuentro injusticia».


Nunca más se oirá hablar de violencia contra ti, nadie asolará ni destruirá tu territorio; a tus murallas, Jerusalén, las llamarán "Salvación", y a tus puertas "Alabanza".


En ti, Jerusalén, solo vivirá gente honrada que será la dueña del país por siempre. Será como los brotes de una planta que yo mismo planté; será la obra que yo realicé para mostrar mi poder.


Puedo igualmente decidir que una nación o reino prospere y llegue a tener mucho poder.


No volverán los israelitas a sufrir el desprecio de sus vecinos, que son como zarzas y espinos punzantes. Así reconocerán que yo soy Dios.


Ese día volverás a serme fiel y no adorarás a otros dioses —así os lo aseguro yo que soy Dios.


Yo mismo os plantaré en vuestra tierra, y nadie volverá a arrancaros de la tierra que os di. Yo soy el Dios de Israel y cumpliré mi palabra.


Él secará sus lágrimas y no morirán jamás. Tampoco volverán a llorar, ni a lamentarse, ni sentirán ningún dolor, porque lo que antes existía ha dejado de existir.


Jabín tenía novecientos carros de hierro, y durante veinte años trató a los israelitas con crueldad y violencia, hasta que ellos suplicaron a Dios que los salvara.


Mientras tanto, los filisteos que acampaban en Micmás, dividieron su ejército en tres grupos; uno de ellos se fue hacia Ofrá, cerca de Sual; el otro se dirigió a Bet Jorón,


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