Entonces David dijo a Itay de Gat: —¿Y tú, por qué vienes con nosotros? Regresa con tu familia y quédate a vivir con el nuevo rey. Eres un extranjero, hace muy poco que estás entre nosotros, y no puedo permitir que andes como yo, huyendo de un lado a otro. Anda, regresa junto con tus hermanos, ¡y que Dios te ayude y te acompañe!
Luego dividió todo el ejército en tres grandes formaciones. La primera estaba bajo las órdenes de Joab, la segunda estaba bajo las órdenes de Abisay, que era hermano de Joab, y la tercera estaba bajo las órdenes de Itay, que era de la ciudad de Gat. Después de esto, David dijo a sus soldados: —Yo iré con vosotros a la batalla.
Pero David dijo a sus hombres: —Si queréis derrotar a los jebuseos entrad por el canal del agua. En cuanto a los ciegos y a los cojos de que hablan, son mis mayores enemigos. De ahí viene el dicho: «Ni los ciegos ni los cojos podrán entrar en el Templo de Dios». Así fue como David conquistó la fortaleza de Sion, a la que llamó «Ciudad de David» y en la que se quedó a vivir. Más tarde construyó alrededor de la ciudad una muralla que iba desde la rampa hasta el palacio.
Luego nombraron a estos otros parientes para que trabajaran también como ayudantes en el Templo: Zacarías, hijo de Jaaziel, Semiramot, Jejiel, Uní, Eliab, Benaías, Maasías, Matatías, Eliflehu, Micneías, Obededón y Jeiel. Estos dos últimos desempeñaban el servicio de porteros en el Templo.
Estos son los nombres de esos levitas, con Asaf como jefe de ellos: Zacarías, Aziel, Semiramot, Jejiel, Matatías, Eliab, Benaías, Obededón y Jeiel. Todos estos tocaban instrumentos de cuerdas. Y junto con ellos nombraron a los sacerdotes Benaías y Jajaziel para que se encargaran de tocar siempre las trompetas. Asaf quedó encargado de tocar los platillos.