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2 Samuel 24:16 - Biblia Lenguaje Básico

16-17 El ángel de Dios estaba ya a punto de destruir Jerusalén, cuando David lo vio junto a la era de Arauna, el jebuseo. Exclamó entonces David al ver que la población estaba siendo aniquilada: —Dios mío, he sido yo quien ha hecho el mal, he sido yo el que ha pecado; el pueblo es inocente. Así que castígame a mí y a mi familia. Ante estas palabras se arrepintió Dios del daño que estaba haciendo al pueblo y dijo al ángel: —¡Basta ya! Que cese el castigo.

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Biblia Reina Valera 1960

16 Y cuando el ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, Jehová se arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que destruía al pueblo: Basta ahora; detén tu mano. Y el ángel de Jehová estaba junto a la era de Arauna jebuseo.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

16 Sin embargo, cuando el ángel se disponía a destruir Jerusalén, el Señor desistió y le dijo al ángel de la muerte: «¡Detente! ¡Ya es suficiente!». En ese momento el ángel del Señor estaba junto al campo de trillar de Arauna el jebuseo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

16 El ángel exterminador extendió su mano hacia Jerusalén, pero Yavé se arrepintió del mal y dijo al ángel exterminador: '¡Detente! ¡Retira tu mano!' El ángel de Yavé estaba en ese momento cerca de la era de Arauna el jebuseo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

16 Pero cuando el ángel° extendió su mano hacia Jerusalem para destruirla, YHVH se compadeció por esa desgracia, y dijo al ángel que estaba destruyendo al pueblo: ¡Basta ya! ¡Detén tu mano! Y el ángel de YHVH estaba junto a la era de Arauna, el jebuseo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

16 Pero cuando el ángel iba a extender su mano contra Jerusalén para destruirla, se arrepintió Yahveh del mal y dijo al ángel que exterminaba al pueblo: '¡Basta ya! ¡Retira tu mano!'. El ángel de Yahveh estaba entonces junto a la era de Arauná, el jebuseo.

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2 Samuel 24:16
37 Referans Kwoze  

Estos son los pueblos que descienden de Canaán: jebuseos, amorreos, guirgaseos, jeveos, araqueos, sineos, arvadeos, semareos y jamateos. Más tarde, los cananeos se dispersaron por distintos lugares,


se puso muy triste de haberlos creado, lamentó haberlos puesto en la tierra y profundamente afligido


Aquel mismo día envió Dios a David este mensaje por medio del profeta Gad: —Anda y constrúyeme un altar en la era de Arauna, el jebuseo. David obedeció la orden de Dios y fue con sus sirvientes a construir el altar. Cuando Arauna vio que el rey se acercaba, salió y se inclinó ante él tocando el suelo con la frente.


y anduvo durante un día entero por el desierto. Después se sentó debajo de un arbusto y estaba tan triste que se quería morir. Le decía a Dios: —¡Ya no aguanto más, Dios mío! Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados.


Aquella misma noche, el ángel de Dios entró en el campamento asirio y mató a ciento ochenta y cinco mil soldados; a la mañana siguiente el campo estaba lleno de muertos.


Estos son los pueblos que descienden de Canaán: los jebuseos, los amorreos, los guirgaseos, los jivitas, los arquitas, los sinitas, los arvaditas, los semaritas y los jamatitas.


El día dos del mes de Ziv, cuando ya llevaba cuatro años reinando, Salomón dio la orden para que empezaran a construir el Templo de Dios en Jerusalén. Lo construyeron en el lugar que David había elegido, es decir, en el terreno de Ornán el jebuseo, que está en el monte Moria, lugar donde Dios se había aparecido a David.


En respuesta, Dios envió un ángel que dio muerte a los valientes soldados y a todos los jefes importantes en el campamento del rey de Asiria. A Senaquerib no le quedó más remedio que regresar a su país lleno de vergüenza. Y cuando entró al templo de su dios, sus propios hijos lo mataron.


Tú defiendes a tu pueblo y le tienes compasión.


¡Que resbalen y caigan en los caminos por donde andan! ¡Que tu ángel los persiga!


Pero Dios, que es compasivo, perdonó su maldad y no los destruyó. Más de una vez refrenó su ira,


¿Dios mío, hasta cuándo nos vas a tener abandonados? Ten compasión de nosotros, tu pueblo, y vuelve a ser nuestro Dios.


Pero vosotros los israelitas no debéis tener miedo; la sangre que vais a untar en los marcos de las puertas me servirá de señal. Cuando yo la vea, no haré ningún daño a vuestros primogénitos, sino que pasaré de largo.


Así, cuando nuestro Dios recorra el país para quitar la vida a los primogénitos de los egipcios, verá la sangre en los marcos de vuestras puertas y pasará de largo. Dios no permitirá que muera ninguno de vosotros.


Entonces Dios se calmó y decidió no aplicar al pueblo el castigo con que le había amenazado.


Suplicad a Dios que haga cesar la tormenta y el granizo, y yo os dejaré marchar sin reteneros por más tiempo.


Israel, pueblo mío, no siempre voy a acusarte, ni estaré enfadado todo el tiempo, pues yo mismo te hice y no quiero que te desanimes.


Y aunque Miqueas dijo esto, no lo mataron. Al contrario, el rey y el pueblo se humillaron ante Dios, y Dios los perdonó. Pero si nosotros matamos a Jeremías, Dios nos castigará.


que os quedéis a vivir en esta tierra, y os promete que no volverá a destruiros, sino que os bendecirá. ¡Le duele mucho haber tenido que castigaros!


Entonces Dios sintió compasión de nosotros, y dijo: —Bien, no dejaré que los saltamontes os destruyan.


Entonces Dios sintió compasión de nosotros, y dijo: —Bien, tampoco dejaré que el fuego os devore.


¡Dios mío, he oído tu mensaje y sé bien todo lo que has hecho; por eso tiemblo en tu presencia! Déjanos ver en nuestros días tus grandes hechos de otros tiempos; si te enfadas con nosotros, no dejes de tenernos compasión.


Luego fue a orar por tercera vez, y cuando volvió les dijo: —¿Aún seguís descansando y durmiendo? Ya basta, vienen los hombres malvados para arrestarme a mí, el Hijo del hombre.


En ese momento, un ángel de Dios hizo que Herodes se pusiera muy enfermo, porque se había creído Dios. Más tarde murió comido por los gusanos.


Tampoco debemos quejarnos, como hicieron algunos y por eso el ángel de la muerte los mató.


Sin embargo ya es suficiente con el castigo que la mayoría de vosotros le ha impuesto.


Pero la tribu de Judá no pudo expulsar de Jerusalén a los jebuseos; por eso ellos todavía viven allí.


Pero los de la tribu de Benjamín no pudieron echar a los jebuseos, que vivían en Jerusalén. Por eso, hasta el día en que este relato se escribió, los jebuseos vivieron en Jerusalén, junto con los de Benjamín.


Cuando se acercaban a Jebús, es decir, a Jerusalén, el sirviente le dijo: —La noche se echa encima; sería conveniente quedarnos a pasar la noche en esta ciudad de los jebuseos.


—Saúl no me hace caso ni me obedece. ¡Lamento haberlo elegido rey! Al oír esto, Samuel se entristeció y se pasó toda la noche rogando a Dios.


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