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2 Samuel 20:1 - Biblia Lenguaje Básico

1 Allí en Guilgal estaba Sebá, hijo de Bicrí, que era de la tribu de Benjamín. Como Sebá era un malvado, tocó la trompeta y dijo: —¡Israelitas, regresemos a nuestras casas! ¡No tenemos nada que ver con David, ni ganamos nada con seguirlo!

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Biblia Reina Valera 1960

1 Aconteció que se hallaba allí un hombre perverso que se llamaba Seba hijo de Bicri, hombre de Benjamín, el cual tocó la trompeta, y dijo: No tenemos nosotros parte en David, ni heredad con el hijo de Isaí. ¡Cada uno a su tienda, Israel!

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Sucedió que había un alborotador allí de nombre Seba, hijo de Bicri, un hombre de la tribu de Benjamín. Seba tocó un cuerno de carnero y comenzó a repetir: «¡Abajo la dinastía de David! No nos interesa para nada el hijo de Isaí. Vamos, hombres de Israel, todos a sus casas».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Había allí un hombre malvado, llamado Sebá, hijo de Bicri, de la tribu de Benjamín. Tocó el cuerno y proclamó: 'Nada tenemos que ver con David, nada tenemos que esperar del hijo de Jesé. ¡Israel, regresa a tus tiendas!'

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Pero estaba allí cierto hombre de Belial, llamado Seba ben Bicri, benjamita, quien dio soplido al shofar, y dijo: ¡No tenemos parte en David ni heredad en el hijo de Isaí! ¡Israel: cada uno a sus dioses!°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Hallábase allí un hombre perverso, llamado Seba, hijo de Bicrí, benjaminita, que mandó tocar la trompeta y dijo: 'No tenemos parte con David, ni herencia con el hijo de Jesé. ¡Cada uno a su tienda, Israel!'.

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2 Samuel 20:1
31 Referans Kwoze  

Así que David dijo a Abisay y a todos sus sirvientes: —Dejad que me maldiga, pues es Dios quien le ha ordenado hacerlo. Si hasta mi propio hijo quiere matarme, ¡con más razón lo hará este hombre de la tribu de Benjamín!


Simí insultaba a David diciéndole: —¡Vete de aquí, asesino malvado!


Al oír esto, todos los de Israel dejaron a David y se fueron con Sebá. Sin embargo, los de Judá fueron fieles a David y lo siguieron desde el río Jordán hasta Jerusalén.


La mujer con su astucia convenció a la gente de la ciudad para que cortaran la cabeza a Sebá. Y así sucedió: le cortaron la cabeza y desde la muralla la arrojaron a Joab. Joab entonces ordenó la retirada, y sus soldados regresaron a sus casas. Luego Joab se fue a Jerusalén para encontrarse con el rey.


Los malvados son como espinos, que se arrancan y nadie se atreve a tocar.


Cuando todos vieron que el rey no les había hecho caso, le dijeron: —¡No tenemos nada que ver con David, el hijo de Jesé! ¡No queremos que sus descendientes reinen sobre nosotros! ¡Volvamos a nuestras casas, israelitas! ¡Que la familia de David reine sobre su propia tribu! Así que los israelitas se fueron a sus casas.


Haced también que dos testigos falsos declaren contra Nabot diciendo que ha maldecido a Dios y al rey. Luego sacadlo fuera y matadlo a pedradas.


Cuando todos vieron que el rey no les había hecho caso, le dijeron: —¡No tenemos nada que ver con David, el hijo de Jesé! ¡No queremos que sus descendientes reinen sobre nosotros! ¡Volvamos a nuestras casas, israelitas! ¡Que la familia de David reine sobre su propia tribu! Así que los israelitas se fueron a sus casas.


Entonces el rey Roboán preguntó a los consejeros que habían aconsejado también a su padre Salomón: —¿Qué puedo contestar a esta gente?


¡Es tiempo, Dios mío, de actuar! ¡Enfréntate a ellos y derrótalos! ¡Echa mano a la espada y líbrame de esos malvados! ¡Sálvame con tu poder! ¡Líbrame de esa gente que todo lo tiene en esta vida! Dales todo lo que les tienes reservado, y que de ello se sacien también sus hijos e incluso las sobras alcancen a sus nietos.


Dios siempre está cerca para salvar a los afligidos y a los que han perdido la esperanza.


no te des prisa en denunciarlo, no sea que otro testigo lo niegue y te avergüence.


¿En qué se parecen la leña y el camorrista? En que la leña aviva el fuego y el camorrista aviva el pleito.


Si los habitantes de un país se pelean entre sí, el país acaba por destruirse.


Pero la gente de aquel país no quería a este príncipe como rey; así que envió a un grupo de personas para que llevaran este mensaje al emperador: «No queremos que este hombre sea nuestro rey».


En cuanto a mis enemigos, traedlos y matadlos delante de mí, porque ellos no querían que fuera su rey».


Pedro le dijo: —¡Nunca dejaré que me laves los pies! Jesús le contestó: —Si no te lavo los pies, no podrás ser mi seguidor.


Si en alguna de las ciudades que Dios os va a dar para que habitéis en ellas,


Estaban pasando un rato agradable cuando, de pronto, unos hombres de la ciudad rodearon la casa y empezaron a golpear violentamente la puerta. Se trataba de unos hombres malvados que exigieron al dueño de la casa: —¡Qué salga el hombre que está de visita en tu casa! ¡Queremos tener relaciones sexuales con él!


Al llegar a las montañas de la tribu de Efraín, tocó la trompeta para reunir a los israelitas. Cuando bajaron de las montañas, Ejud se puso frente a ellos,


Entonces Rut se fue a un campo de cebada y comenzó a recoger las espigas que dejaban los segadores. Sin saberlo, Rut se había ido a trabajar al campo de un familiar de Elimélec, el difunto marido de Noemí. Ese familiar se llamaba Boaz, y además era muy rico y muy importante en Belén.


Llevaba algunos años reinando cuando eligió a tres mil hombres de Israel para formar su propio ejército. De ellos, dos mil estaban con él en Micmás y en las colinas de Betel, y los otros mil estaban con su hijo Jonatán en Guibeá de Benjamín. Al resto de los israelitas los mandó de vuelta a su casa.


Los hijos de Elí eran unos malvados y no respetaban ni obedecían a Dios. Hacían cosas terribles con las ofrendas que la gente llevaba al santuario. Por ejemplo, la Ley de Dios decía que, al presentar las ofrendas, primero se debía quemar la grasa del animal y luego darle al sacerdote una porción de la carne. Sin embargo, cuando la gente apenas comenzaba a quemar la grasa, venía un sirviente de los hijos de Elí y le decía al que presentaba la ofrenda: —Dame la carne que le toca al sacerdote, para que yo se la prepare. Debo llevarla cruda porque el sacerdote no la quiere ya cocida. A veces alguien contestaba: —Déjame quemar primero la grasa, y luego te llevarás lo que gustes. Pero el sirviente le respondía: —Si no me la das ahora, me la llevaré por la fuerza. Muchas veces el sirviente llegaba con un tenedor, lo metía en la olla donde se estaba cocinando la carne, y todo lo que sacaba era para los hijos de Elí.


Entre los hombres que habían ido con David a la batalla no faltaron algunos malvados y envidiosos que dijeron a David: —A esos doscientos hombres que no vinieron con nosotros, no debemos darles nada de lo que quitamos a los amalecitas. ¡Que se conformen con llevarse a sus mujeres y a sus hijos!


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