11 Así que David dijo a Abisay y a todos sus sirvientes: —Dejad que me maldiga, pues es Dios quien le ha ordenado hacerlo. Si hasta mi propio hijo quiere matarme, ¡con más razón lo hará este hombre de la tribu de Benjamín!
11 Y dijo David a Abisai y a todos sus siervos: He aquí, mi hijo que ha salido de mis entrañas, acecha mi vida; ¿cuánto más ahora un hijo de Benjamín? Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho.
11 Entonces David les dijo a Abisai y a sus sirvientes: —Mi propio hijo quiere matarme, ¿acaso no tiene este pariente de Saúl todavía más motivos para hacerlo? Déjenlo en paz y permítanle que maldiga, porque el Señor le dijo que lo hiciera.
11 David dijo entonces a Abisaí y a sus servidores: 'Si mi hijo, el que salió de mí, quiere atentar contra mi vida, con cuánta mayor razón ese hombre de Benjamín. Déjenlo que maldiga si Yavé se lo dijo.
11 Y David dijo a Abisai y a todos sus siervos: He aquí que mi mismo hijo, que salió de mis entrañas, va buscando mi vida ¿cuánto más ahora este benjamita? Dejadlo que siga maldiciendo, pues así se lo ha dicho YHVH.
11 Y añadió David a Abisay y a todos sus servidores: 'Si mi hijo, que salió de mis entrañas, atenta contra mi vida, ¿cuánto más ahora un benjaminita? Dejadle que me siga maldiciendo, pues se lo manda Yahveh.
Pero no os preocupéis ni os reprochéis nada. En los dos años anteriores no ha habido comida en toda esta región, y todavía faltan cinco años en que nadie va a sembrar ni a cosechar nada. Pero Dios me envió aquí antes que a vosotros, para que, de una manera admirable, os salve la vida a vosotros y a vuestros hijos.
Allí en Guilgal estaba Sebá, hijo de Bicrí, que era de la tribu de Benjamín. Como Sebá era un malvado, tocó la trompeta y dijo: —¡Israelitas, regresemos a nuestras casas! ¡No tenemos nada que ver con David, ni ganamos nada con seguirlo!
Entonces David dijo al profeta Natán: —No está bien que yo viva en un palacio de maderas finas, mientras el Arca del pacto de Dios está en una tienda de lona.
Pero un día, mientras Senaquerib estaba adorando en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Sarézer fueron y lo mataron; luego escaparon a la región de Ararat. Su hijo Asaradón le sucedió como rey.
En respuesta, Dios envió un ángel que dio muerte a los valientes soldados y a todos los jefes importantes en el campamento del rey de Asiria. A Senaquerib no le quedó más remedio que regresar a su país lleno de vergüenza. Y cuando entró al templo de su dios, sus propios hijos lo mataron.
Pero si algún profeta se deja seducir y os da un mensaje falso, es que yo mismo, el Dios de Israel, así lo ha permitido. Sin embargo, castigaré a ese profeta y lo eliminaré del pueblo;
Los hermanos se traicionarán unos a otros. Cada uno entregará al otro para que lo maten. Los padres traicionarán a sus hijos, y los hijos atacarán a sus padres y los matarán.
Yo le suplico a mi señor y rey que me escuche. Si es Dios quien ha puesto al rey en mi contra, espero que él me perdone y acepte mi ofrenda; pero si todo es cosa de humanos, que Dios los maldiga. Porque me están arrojando de esta tierra de Dios y así me obligan a adorar a otros dioses.