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2 Samuel 14:22 - Biblia Lenguaje Básico

22 Joab se inclinó delante del rey tocando el suelo con la frente, y después de bendecirlo le dijo: —Muchas gracias, majestad, por haberme concedido lo que te pedí, lo cual es señal de que me aprecias.

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Biblia Reina Valera 1960

22 Y Joab se postró en tierra sobre su rostro e hizo reverencia, y después que bendijo al rey, dijo: Hoy ha entendido tu siervo que he hallado gracia en tus ojos, rey señor mío, pues ha hecho el rey lo que su siervo ha dicho.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

22 Joab se inclinó rostro en tierra con profundo respeto y dijo: —Por fin sé que cuento con su favor, mi señor el rey, porque me ha concedido esta petición.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

22 Joab se postró con el rostro en tierra y bendijo al rey, diciendo: 'Ahora que el rey solucionó el problema de su servidor, tengo la prueba de que está lleno de atenciones para mí'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

22 Y Joab cayó en tierra sobre su rostro, se postró y bendijo al rey, y dijo Joab: Tu siervo sabe ahora que ha hallado gracia a tus ojos, mi señor, oh rey, pues el rey ha cumplido la petición de su siervo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

22 Cayó entonces Joab rostro en tierra, postrándose, bendijo al rey y exclamó: 'Ahora sabe tu siervo, oh rey, mi señor, que cuento con tu favor, pues el rey va a cumplir los deseos de su siervo'.

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2 Samuel 14:22
13 Referans Kwoze  

Luego José llevó a su padre ante el faraón; Jacob lo saludó con mucho respeto,


Noé, sin embargo, agradó a Dios con su buena conducta.


Más tarde, el rey llamó a Joab y le dijo: —Estoy de acuerdo en atender lo que me has propuesto a través de esa mujer. Vete y ocúpate de que vuelva mi hijo Absalón.


A continuación Joab fue a Guesur y trajo de allí a Absalón, pero cuando este llegó a Jerusalén,


Cuando llegó ante David, inclinó su rostro en señal de respeto, y dijo al rey: —¡Ayúdame, majestad!


El rey le contestó: —Está bien, que venga conmigo Quimeán y haré por él y por ti lo que me pidas.


Algunos se ofrecieron voluntariamente para vivir en Jerusalén y el pueblo pidió para ellos la bendición de Dios.


Los que me escuchaban no dejaban de felicitarme.


Y ellos me lo agradecieron al verse abrigados con ropa de lana.


Sus hijos la felicitan; su marido la alaba y le dice:


Pero David insistió: —¡Te juro por Dios y por ti mismo que puedo morir en cualquier momento! Tu padre sabe bien que tú y yo somos buenos amigos. Y seguramente habrá pensado: «Si se lo digo a Jonatán, se pondrá triste».


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