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2 Reyes 7:4 - Biblia Lenguaje Básico

4 Si entramos en la ciudad, moriremos de hambre, pues no hay nada para comer, y si nos quedamos sentados aquí, también vamos a morir. Es mejor que vayamos al campamento de los sirios; si nos perdonan la vida, será una suerte, y si nos matan, no importa, de todos modos vamos a morir.

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Biblia Reina Valera 1960

4 Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 Si nos quedamos aquí, moriremos, pero con el hambre que hay en la ciudad, moriremos de hambre también allá si regresamos. Así que mejor sería ir y entregarnos al ejército arameo. Si ellos nos perdonan la vida, mucho mejor; pero si nos matan, igual habríamos muerto».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 Si nos decidimos a entrar en la ciudad, moriremos, pues hay hambre en la ciudad. Si nos quedamos aquí también moriremos. Mejor desertemos y vayamos al campamento de los arameos. Si nos dejan con vida, viviremos, y si nos matan, moriremos'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 Si decidiéramos entrar en la ciudad, la hambruna está en la ciudad y moriremos allí; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Ahora pues, vayamos y pasémonos al ejército de los sirios; si nos dejan con vida, viviremos, y si nos matan, no haremos más que morir.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 Si nos decidimos a entrar en la ciudad, nos moriremos allí, por el hambre que hay en ella; pero si nos quedamos aquí, moriremos también. Vamos a pasarnos ahora mismo al campamento de los arameos. Si nos dejan con vida, viviremos, y si nos matan, moriremos'.

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2 Reyes 7:4
11 Referans Kwoze  

Es verdad que un día todos vamos a morir, y no podemos evitarlo, pero Dios no quiere que Absalón siga desterrado, sino que regrese a la presencia del rey.


Tiempo después, Benadad, rey de Siria, reunió a todo su ejército y puso cerco a la ciudad de Samaría con intención de conquistarla. Nadie podía entrar ni salir, y los alimentos se acabaron.


Así que al anochecer, se dirigieron al campamento de los sirios. Cuando llegaron cerca del lugar, se dieron cuenta de que allí no había nadie.


Entonces el espíritu de Dios se apoderó de Amasay, jefe de los treinta soldados más valientes del ejército de David, y lo hizo exclamar: ¡Somos de los tuyos, David; estamos contigo, hijo de Jesé! ¡Que la paz te acompañe y acompañe a quienes te ayudan! ¡Es tu Dios quien te hace triunfar! David los recibió e incluso los nombró jefes de la tropa.


—Reúne a todos los judíos que se encuentren en Susa, y pídeles que ayunen por mí; que no coman ni beban durante tres días. También mis sirvientas y yo ayunaremos. Después me presentaré ante el rey aunque la ley no lo permita. ¡Y si tengo que morir, moriré!


Salgo al campo y solo veo los cuerpos de los que han muerto en la guerra; entro en la ciudad y solo veo el desastre que ha causado el hambre. ¡Pero ni profetas ni sacerdotes parecen entender lo que pasa!


El pueblo respondió: ¿Qué hacemos aquí sentados? ¡Vayamos a las ciudades fortificadas, y muramos allí de una vez! Nuestro Dios nos está haciendo perecer, nos está dando a beber agua envenenada porque hemos pecado contra él.


Si lo hacemos así, tal vez a Dios se le pase el enfado y no nos destruya».


En cuanto a nosotros, Dios ha decidido que todos muramos una sola vez y después vendrá el juicio.


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