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2 Reyes 4:1 - Biblia Lenguaje Básico

1 Una mujer que había estado casada con un profeta dijo a Eliseo: —Mi marido ha muerto y tú bien sabes que siempre fue un fiel siervo de Dios. Pero resulta que él había pedido dinero prestado, y ahora el hombre que se lo prestó quiere llevarse como esclavos a mis dos hijos.

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Biblia Reina Valera 1960

1 Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Cierto día, la viuda de un miembro del grupo de profetas fue a ver a Eliseo y clamó: —Mi esposo, quien te servía, ha muerto, y tú sabes cuánto él temía al Señor; pero ahora ha venido un acreedor y me amenaza con llevarse a mis dos hijos como esclavos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Una de las mujeres de los hermanos profetas mandó llamar a Eliseo: 'Tu servidor, mi marido, ha muerto, dijo ella, y tú sabes que tu servidor temía a Yavé. Pues bien, un hombre a quien debíamos dinero vino a tomar a mis dos hijos para hacerlos sus esclavos'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Una cierta mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo diciendo: Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo era temeroso de YHVH. Ahora un acreedor ha venido a tomar a mis dos hijos como esclavos suyos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Una mujer, de entre las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciéndole: 'Mi marido, tu siervo, ha muerto, y bien sabes tú que tu siervo era temeroso de Yahveh. Pero el acreedor ha venido a llevarse a mis dos hijos para esclavos suyos'.

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2 Reyes 4:1
35 Referans Kwoze  

Y Dios le dijo: —No hagas ningún daño al niño. Estoy convencido de que me obedeces, pues no te has negado a ofrecerme en sacrificio a tu único hijo.


Tenía este un mayordomo llamado Abdías, el cual adoraba a Dios fielmente, hasta el punto de que


Después, un hombre que pertenecía al grupo de los profetas le dijo a uno de sus compañeros por mandato de Dios: —Dios ordena que me pegues. Por favor, hazlo. Pero su compañero no quiso pegarle.


Cuando los profetas de la ciudad de Jericó vieron a Eliseo al otro lado del río, exclamaron: —Ahora Eliseo es el sucesor de Elías. Entonces fueron a su encuentro, se inclinaron delante de él en señal de respeto,


Los profetas que estaban en Betel salieron a ver a Eliseo y le preguntaron: —¿Ya sabes que hoy Dios se va a llevar a tu maestro? Él les contestó: —Sí, ya lo sé, pero no digáis nada.


Los profetas que vivían en Jericó fueron a ver a Eliseo y le preguntaron: —¿Ya sabes que hoy Dios se va a llevar a tu maestro? Él contestó: —Sí, ya lo sé, pero no digáis nada.


y se detuvieron a la orilla del río Jordán. Cincuenta profetas los habían seguido, pero permanecieron a cierta distancia de ellos.


Después de esto, Eliseo volvió a Guilgal. En ese tiempo había mucha hambre en la región. Un día, Eliseo estaba sentado con los profetas, y dijo a su sirviente: —Prepara en la olla grande un guiso para los profetas.


Pero Eliseo avisó al rey de Israel para que no pasara por aquel lugar, pues el rey de Siria iba a tenderle una emboscada.


Todos nosotros nos comprometimos a cumplir con lo siguiente: «Ninguno de nuestros hijos o hijas se casará con gente de otro país. Si un extranjero viene a vendernos trigo u otros productos en sábado o en cualquier otro día festivo, no le compraremos nada. Cada siete años dejaremos de trabajar la tierra y perdonaremos lo que se nos deba. Cada año daremos una contribución de cuatro gramos de plata para los gastos del Templo de nuestro Dios. Eso servirá para comprar el pan dedicado a Dios, la ofrenda de cereales y los animales para el sacrificio diario, las ofrendas de los sábados y de los días de luna nueva, y de todas las otras fiestas religiosas. También servirá para comprar tanto las ofrendas por el perdón de nuestros pecados, como todo lo que tenga que ver con el servicio del Templo de nuestro Dios. Cada año los sacerdotes y los levitas, junto con todo el pueblo, echarán suertes para saber a qué grupo familiar le toca traer la leña que debe ser ofrecida y quemada sobre el altar de nuestro Dios, según lo que está escrito en el libro de la Ley. Cada año traeremos al Templo de Dios los primeros frutos de lo que produzcan nuestras tierras y nuestros árboles. Presentaremos nuestros primogénitos ante los sacerdotes del Templo, para dedicarlos a Dios. Llevaremos también al Templo de nuestro Dios las primeras crías de nuestras vacas y de nuestras ovejas. Llevaremos a los sacerdotes la masa hecha con el primer trigo de nuestras cosechas, los primeros frutos de nuestros árboles, el primer vino y el primer aceite. Ellos lo guardarán en los almacenes del Templo de nuestro Dios. Entregaremos a los levitas la décima parte de lo que produzcan nuestras tierras, pues ellos son los encargados de esas contribuciones en nuestras poblaciones. Un sacerdote descendiente de Aarón acompañará a esos levitas cuando vayan a recoger los diezmos, y luego ellos llevarán una décima parte de esa contribución a los almacenes del Templo de nuestro Dios. Allí han de llevar tanto los israelitas como los levitas las contribuciones de trigo, vino y aceite. Allí se guardan también los utensilios del Templo y allí residen los sacerdotes, los levitas, los porteros y los cantores del Templo. Nunca descuidaremos el Templo de nuestro Dios».


A mi hermano Jananí lo nombré gobernador de Jerusalén; a Jananías lo nombré comandante de la fortaleza de Jerusalén, porque mi confianza en su lealtad era total y además respetaba a Dios más que otras personas.


Su amor por quienes lo honran es tan inmenso como el universo.


En cambio, el amor de Dios siempre será el mismo; Dios ama a quienes lo honran, y siempre hace justicia a sus descendientes,


y bendice a quienes le honran, sean o no gente importante.


lo que agrada a Dios es que sus fieles le respeten y confíen en su amor.


El rico se aprovecha del pobre; el que pide prestado se hace esclavo del prestamista.


Termino este libro diciendo que ya todo está dicho. Todo lo que debemos hacer es respetar a Dios y obedecerlo porque en eso consiste ser una persona de verdad.


Tal vez haya gente malvada que peque y vuelva a pecar, y viva muchos años; pero yo sé que no les irá bien ni vivirán mucho tiempo. Pasarán por la vida como una sombra, porque no respetan a Dios. En cambio, a quienes aman y respetan a Dios les irá mejor.


Esto es lo que Dios dice: «¿Existe, israelitas, un documento en el que diga que yo os he rechazado? Si os abandoné y os vendí como esclavos, no fue para pagar ninguna deuda; lo hice a causa de vuestros pecados.


que cada siete años debían dejar libres a los esclavos israelitas que hubieran comprado. Esto significa que todo esclavo debía ser liberado después de siete años de servicio. Sin embargo, vuestros antepasados no me hicieron caso ni respetaron mi pacto.


ese israelita tendrá el derecho a ser rescatado. Esto podrá hacerlo un pariente cercano, y hasta él mismo si llega a contar con los medios suficientes.


Esto es lo que hablaban entre sí los que honran a Dios. Entonces Dios les prestó atención y mandó que se anotaran en un libro los nombres de todos los que respetan a Dios y le son fieles.


Como el empleado no tenía dinero para pagar, su amo ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su mujer y sus hijos, y que vendieran también todo lo que tenía. Así, con el dinero de esa venta, la deuda quedaría pagada.


Pero él no quiso, y mandó que lo metieran en la cárcel hasta que pagara el último céntimo de la deuda.


Jesús terminó diciendo: «Lo mismo hará Dios mi Padre con cada uno de vosotros, si no perdonáis sinceramente a vuestro hermano».


Poned atención, hermanos israelitas descendientes de Abrahán. Y también vosotros, los que rendís culto a Dios aunque no seáis israelitas. Este mensaje de salvación se nos ha confiado a nosotros.


Por eso debéis tener en cuenta que Dios no tendrá compasión de quienes no se compadecieron de otros. Pero los que tuvieron compasión de otros, saldrán bien del juicio.


Todos te honran y te alaban, Señor, pues solo tú eres santo. Todos los países del mundo vendrán a adorarte, porque tus planes de salvación se han dado a conocer.


Entonces oí una voz que venía del trono, que decía: —¡Que todos alaben a nuestro Dios! Que lo alaben todos sus servidores, todos los que le honran, sean poderosos o humildes.


Poco tiempo después de haber llegado a Moab, Elimélec murió, así que Noemí y sus hijos se quedaron solos.


Ese día también se unieron a David como unos cuatrocientos hombres: todos ellos eran gente con deudas, gente que se sentía oprimida y estaba descontenta de la vida que llevaba. David se convirtió en jefe de todos ellos.


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