2 Luego pidió a Eliaquín, a Sebná y a los sacerdotes más ancianos que fueran a ver al profeta Isaías, hijo de Amós. Como ya se ha dicho, Eliaquín era el encargado del palacio, y Sebná era secretario del rey. Todos ellos fueron vestidos con ropa áspera para mostrar su tristeza,
2 Enseguida envió a Eliaquim, administrador del palacio; a Sebna, secretario de la corte; y a los principales sacerdotes, todos vestidos de tela áspera, a hablar con el profeta Isaías, hijo de Amoz.
2 Después mandó donde el profeta Isaías, hijo de Amós, al mayordomo de palacio Elyaquim, al secretario Sobná y a los sacerdotes más ancianos, todos iban vestidos con sacos.
2 Luego envió a Eliaquín, mayordomo de palacio, a Sebná, el secretario, y a los sacerdotes más ancianos, cubiertos de saco, al profeta Isaías, hijo de Amós.
Luego David dijo a Joab y a todos los que estaban con él: —Rasgad la ropa que lleváis puesta, vestíos con ropas ásperas y llorad por Abner. Abner fue enterrado en Hebrón. El día que lo enterraron, el propio rey David iba detrás del féretro. El rey y toda la gente lloraban desconsoladamente ante la tumba de Abner. Y el rey entonó esta lamentación: «¿Por qué ha tenido Abner que morir de forma tan absurda? Si no tenías las manos atadas ni los pies encadenados, ¿por qué tuviste que morir asesinado?». La gente no dejaba de llorar por Abner,
Entonces el sacerdote Joyadá tomó un cofre y le hizo un agujero en la tapa y lo colocó junto al altar a la derecha según se entra en el Templo. Los sacerdotes que vigilaban la entrada del Templo ponían en el cofre todo el dinero que la gente llevaba.
y dijeron al profeta: —El rey Ezequías dice que hoy es un día de luto, de castigo y de vergüenza. Hemos perdido el ánimo; estamos completamente abatidos.
Dios habló a través de una visión al profeta Isaías, hijo de Amós, y le dio varios mensajes para todos los habitantes del reino de Judá y de Jerusalén. Esto sucedió durante los reinados de Ozías, Jotán, Ajaz y Ezequías.
Dios me dijo: —Jeremías, compra en la casa del alfarero una vasija de barro, y ve al valle de Ben Hinón, que está a la entrada de la puerta oriental. Haz que te acompañen algunos jefes del pueblo y los sacerdotes más importantes. Cuando llegues allí, diles a los reyes de Judá y a los habitantes de Jerusalén que presten atención a mis palabras. Este es el mensaje que les darás de mi parte: «Vosotros sois mi pueblo, pero me habéis abandonado. Para colmo, me habéis ofendido al adorar en este valle a otros dioses. Esos dioses nunca se preocuparon por vosotros ni por vuestros antepasados, ni por los reyes de Judá. Por eso yo, el todopoderoso Dios de Israel, voy a enviaros un desastre tan terrible, que quienes lo sepan temblarán de miedo. En este mismo valle vosotros habéis dado muerte a mucha gente inocente.
Así lo había dejado escrito mucho tiempo atrás el profeta Isaías: Alguien grita en el desierto: «Preparad el camino para el Señor. ¡Abridle un sendero llano!