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2 Pedro 2:10 - Biblia Lenguaje Básico

10 El castigo llegará sobre todo a los que desprecian la autoridad de Dios y viven haciendo todo lo malo que se les antoja. Esos falsos maestros son atrevidos y orgullosos y no les importa insultar a unos seres que son muy poderosos.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

10 y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Él trata con particular severidad a los que se entregan a sus propios deseos sexuales pervertidos y desprecian la autoridad. Estas personas son orgullosas y arrogantes, y hasta se atreven a insultar a los seres sobrenaturales sin ni siquiera temblar.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 En especial esto vale para esa gente que corre tras los peores deseos de su naturaleza y desprecia la majestad del Señor. Son orgullosos y atrevidos, y no tienen miedo de insultar a los espíritus caídos,

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 y mayormente a los que van detrás de la carne en concupiscencia de contaminación, y desprecian la autoridad. Atrevidos, arrogantes, que no tiemblan al hablar mal de° las potestades superiores;°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 sobre todo a los que caminan tras la carne en deseos de impureza y desprecian el señorío divino. Osados, arrogantes, no temen insultar a los seres gloriosos,

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2 Pedro 2:10
38 Referans Kwoze  

No quiero compartir sus reuniones, ni andar en su compañía, porque en un arrebato de ira mataron gente y despedazaron toros.


Allí en Guilgal estaba Sebá, hijo de Bicrí, que era de la tribu de Benjamín. Como Sebá era un malvado, tocó la trompeta y dijo: —¡Israelitas, regresemos a nuestras casas! ¡No tenemos nada que ver con David, ni ganamos nada con seguirlo!


Cuando todos vieron que el rey no les había hecho caso, le dijeron: —¡No tenemos nada que ver con David, el hijo de Jesé! ¡No queremos que sus descendientes reinen sobre nosotros! ¡Volvamos a nuestras casas, israelitas! ¡Que la familia de David reine sobre su propia tribu! Así que los israelitas se fueron a sus casas.


Tú acabarás con esa gente mentirosa y arrogante,


No te retrases en presentarme los primeros frutos de tu cosecha de trigo y de vino, ni te olvides de entregarme a tu primer hijo


Nunca hables mal del rey ni de la gente poderosa, aunque creas que nadie te oye. Las palabras vuelan: son como los pájaros y todo llega a saberse.


Pero escuchadme bien los que hoy formáis mi pueblo: ¿Acaso he sido para vosotros como un desierto o una oscura cueva? ¿Entonces, por qué me decís que vais a hacer lo que queráis y que no volveréis a adorarme?


Pero quien cometa un pecado a propósito, sea israelita o extranjero residente, esa persona me ofende y debe ser eliminada de mi pueblo;


Al llegar, la encuentra limpia y ordenada.


Pero la gente de aquel país no quería a este príncipe como rey; así que envió a un grupo de personas para que llevaran este mensaje al emperador: «No queremos que este hombre sea nuestro rey».


Pablo contestó: —Hermanos, yo no sabía que él era el jefe de los sacerdotes. Las Escrituras dicen que no debemos hablar mal del jefe de nuestro pueblo.


Por lo tanto, los que vivimos unidos a Jesucristo no seremos castigados.


No os dejéis engañar. Sabéis bien que los que hacen el mal no participarán en el reino de Dios. Me refiero a los que tienen relaciones sexuales prohibidas, a los que adoran a los ídolos, a los que son infieles en el matrimonio, a los afeminados, a los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres, a los ladrones, a los que siempre quieren más de lo que tienen, a los borrachos, a los que hablan mal de los demás y a los tramposos. Ninguno de ellos participará del reino de Dios.


Es verdad que vivimos en este mundo, pero no actuamos como todo el mundo,


Han perdido la vergüenza, se han entregado totalmente a los vicios y hacen toda clase de indecencias.


Bien sabéis que nadie que tenga relaciones sexuales prohibidas o haga cosas indecentes, o que sea un avaricioso —la avaricia es tan mala como adorar a un ídolo—, tendrá parte en el reino de Cristo y de Dios.


Por eso, acabad con los malos deseos que hay en vosotros; no tengáis relaciones sexuales prohibidas, no seáis indecentes, dominad vuestros malos deseos, y no busquéis amontonar dinero, pues es lo mismo que adorar a dioses falsos.


Porque Dios no nos ha llamado a vivir de manera impura, sino a vivir una vida santa.


Habrá gente egoísta, interesada solamente en ganar más y más dinero. También habrá gente orgullosa, que se creerá más importante que los demás. No respetarán a Dios ni obedecerán a sus padres, sino que serán desagradecidos y ofenderán a todos.


Los encargados de dirigir una comunidad cristiana, que es la casa de Dios, deben hacerlo sin que se les pueda acusar de nada malo. Por eso, no deben ser tiranos, ni enfadarse con facilidad ni emborracharse. Tampoco deben ser violentos, ni tramposos en sus negocios.


Todos deben considerar el matrimonio como algo muy valioso. Marido y mujer deben ser fieles el uno al otro, porque Dios castigará a los que tengan relaciones sexuales prohibidas y sean infieles en el matrimonio.


En primer lugar, tened en cuenta que, en los últimos días, vendrán algunos que vivirán según sus malos deseos. Se burlarán de vosotros


Sin embargo, esta gente insulta hasta lo que no conoce. Se comportan como los animales que no tienen razón y por eso las cosas que conocen no las entienden y únicamente les sirve para su propia ruina.


Esta gente se queja de todo y lo critica todo. Son egoístas, entregados al vicio, orgullosos, y cuando parece que hablan bien de los demás, lo hacen solo para aprovecharse de ellos.


Ellos os enseñaron que, en los últimos tiempos, habría gente que se burlaría de todo y se dejaría llevar por sus malos deseos.


Estoy preocupado, pues hay algunos que se han infiltrado entre vosotros tratando de engañaros. Son gente cuyo castigo hace ya mucho tiempo que está anunciado en las Escrituras; son gente malvada que confunde la bondad de Dios con llevar una vida desordenada y dicen que Jesucristo no es nuestro único Dueño y Señor.


Pero algunos desconfiados decían burlándose: —¿Y este es el que va a salvarnos? Y como pensaban que Saúl no servía para rey, no le hicieron ningún regalo. A pesar de ello, Saúl no dijo nada.


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