Amarías, el jefe de los sacerdotes, será quien os guíe en todos los asuntos que tengan que ver con Dios. Zebadías, hijo de Ismael y jefe de la tribu de Judá, os ayudará a resolver los asuntos que tengan que ver con el rey. Otros miembros de la tribu de Leví os servirán de secretarios. ¡Dios os ayudará a hacer el bien! ¡Ánimo y manos a la obra!
Entonces el profeta Jehú, hijo de Jananí, salió a recibirlo y le dijo: —¿Por qué has ayudado a un malvado, y te has hecho amigo de gente que odia a Dios? Dios está muy enfadado contigo.
Cuando nuestros antepasados salieron de Egipto, tú no les permitiste entrar al territorio de Amón, Moab y Seír, sino que les mandaste que fueran por otro camino, evitando así que nuestros antepasados destruyeran a esos pueblos. Pero ahora los ejércitos de esa gente nos están atacando, y nos quieren echar del territorio que tú nos diste.
Después de que Ezequías hizo todo esto, demostrando así su fidelidad a Dios, vino Senaquerib, rey de Asiria, invadió el territorio de Judá y rodeó las ciudades amuralladas con la intención de conquistarlas.
Resín, rey de Siria, y Pécaj, rey de Israel, se unieron para atacar a Ajaz, rey de Judá, que se encontraba en la ciudad de Jerusalén. Trataron de conquistar la ciudad, pero no lo consiguieron.
Acerca de la nación de Amón, así dice Dios: ¿Es que ya no existen israelitas que puedan heredar su propio territorio? ¿Por qué entonces los amonitas, que adoran al dios Milcón, se han apropiado del territorio que pertenecía a la tribu de Gad y han ocupado sus ciudades?