Después de la muerte de Saúl, David salió a luchar contra los amalecitas y los derrotó. A continuación regresó a Siclag y se quedó allí dos días. Al tercer día, llegó a Siclag uno de los soldados de Saúl. Venía con la ropa toda desgarrada y la cabeza cubierta de polvo. Cuando llegó ante David, se inclinó tocando el suelo con la frente en señal de respeto.
Rápidamente llamó Abimélec a su escudero, y le dijo: —Saca tu espada y mátame. No quiero que se diga que una mujer me mató. Entonces lo atravesó con la espada, y Abimélec murió.
Como sabéis, estamos en el tiempo de la siega (que no es tiempo de lluvias); sin embargo, voy a pedir a Dios que envíe una tormenta con truenos y lluvia abundante para que comprendáis que, tal como Dios lo ve, habéis hecho mal al pedirle un rey.
Cuando los israelitas que estaban al otro lado del valle, y también los que residían al otro lado del Jordán, vieron que el ejército de Israel había huido, y que Saúl y sus hijos estaban muertos, también ellos huyeron y abandonaron sus ciudades. Entonces llegaron los filisteos y ocuparon esas ciudades.