12-15 Saúl tenía miedo de David, pues se daba cuenta de que Dios lo protegía, mientras que a él lo había abandonado. Así que Saúl alejó a David enviándolo al campo de batalla y poniéndolo al frente de mil soldados con los que organizaba diversas expediciones en las que siempre tenía éxito porque Dios lo ayudaba.
Cada día David tenía más y más poder, pues Dios todopoderoso lo ayudaba. David sabía que Dios le había dado ese poder, y que lo había hecho rey de Israel por amor a su pueblo. Jirán, el rey de Tiro, envió mensajeros a David y con ellos envió expertos en trabajar con madera y piedra. Le envió también madera de cedro para que le hicieran a David un palacio en Jerusalén.
Sois unos malvados que devoráis a mi pueblo como si fuera pan y os negáis a invocar a Dios. Pues debéis saber que Dios esparcirá vuestros huesos, os echaréis a temblar y quedaréis en ridículo porque Dios os ha rechazado.
Luego diré a los malos: «¡Alejaos de mí! Pues sois como gente malvada. Id al fuego que nunca se apaga, al fuego que Dios preparó para el diablo y sus ángeles.
Pero, en realidad, le tenía miedo y lo protegía, porque sabía que Juan era un hombre justo y santo. Y aunque Herodes no sabía qué hacer cuando lo oía hablar, lo escuchaba de buena gana.
Entonces los habitantes de la región de Gerasa le rogaron a Jesús que se fuera de allí, porque tenían mucho miedo. Cuando Jesús subió a la barca para regresar a Galilea,
Pero cuando Pablo le habló de que tenía que ser justo, que tenía que dominar sus pasiones, y que un día Dios juzgaría a todos, Félix se asustó mucho y le dijo: —Vete ya; cuando tenga tiempo volveré a llamarte.
José fue uno de los doce hijos de Jacob. Como sus hermanos le tenían envidia, lo vendieron como esclavo a unos comerciantes, que lo llevaron a Egipto. Sin embargo, Dios amaba a José
Dalila le gritó: —¡Sansón! ¡Los filisteos te atacan! Sansón despertó pensando que iba a librarse como antes, pero no sabía que Dios ya lo había abandonado.
Uno de ellos le dijo: —Yo conozco a uno. Se llama David y es hijo de Jesé, el que vive en Belén. Toca muy bien el arpa y es también un guerrero muy valiente; además, sabe hablar bien y es muy guapo. ¡Y Dios siempre lo ayuda!
Samuel hizo lo que Dios le ordenó. Cuando llegó a Belén, los dirigentes del pueblo se preocuparon mucho y le dijeron: —¿A qué has venido? ¿Hay algún problema?
Pero si mi padre quiere matarte y no te lo digo, ¡que Dios me castigue duramente si no te ayudo a escapar! Que Dios te proteja como protegió a mi padre.
—¿Por qué tanto tú como David me habéis traicionado? —preguntó Saúl—. ¿Por qué le diste a David comida y una espada? Además consultaste a Dios por encargo de David que lo único que pretende es acabar conmigo y no para de intentarlo.
Samuel le preguntó: —Saúl, ¿por qué me llamas y no me dejas descansar? —Estoy desesperado —contestó Saúl—. Los filisteos me hacen la guerra, y Dios me ha abandonado. Ya no me responde, ni en sueños ni por medio de profetas. Por eso te he llamado, para que me digas qué debo hacer.
Samuel seguía creciendo, y Dios lo cuidaba. También le daba mensajes en el santuario de Siló, y Samuel se los comunicaba a todo el pueblo. Todo lo que Dios prometía por medio de Samuel, se cumplía. Por eso en todo Israel, la gente confiaba plenamente en las palabras de Samuel.