19-22 Entre los israelitas no había quien trabajara el hierro. Los filisteos no se lo permitían, por temor a que se hicieran espadas y lanzas de ese metal. Ni siquiera tenían con qué afilar las rejas de sus arados, sus azadones, hachas y picos. Por eso tenían que ir al país de los filisteos y pagarles mucho dinero para que les afilaran sus herramientas. El día de la batalla los únicos que tenían una espada y una lanza eran Saúl y Jonatán.
19 En ese tiempo no había herreros en todo el territorio de Israel, porque los filisteos se habían dicho: 'De ningún modo los hebreos se fabricarán espadas o lanzas'.
19 Ahora bien, en toda la tierra de Israel no se encontraba ni un herrero, porque los filisteos habían dicho: Que los hebreos no se hagan espadas ni lanzas.
Nabucodonosor se llevó diez mil prisioneros, entre los que estaban los jefes del ejército, los soldados más valientes, y todos los artesanos y herreros. También se llevó prisioneros al rey Jeconías, a su madre, a sus mujeres, a su guardia personal, y a los más importantes líderes del país. Solo dejó en Jerusalén a la gente más pobre y humilde.
Por entonces, el rey Nabucodonosor tomó preso a Jeconías, hijo de Joacín, que había sido rey de Judá, y lo llevó deportado a Babilonia. Con él se llevó a los jefes de Judá, y también a los artesanos y herreros. Poco después de eso, Dios me llevó a su Templo y allí me mostró dos cestas de higos.
Jeremías escribió la carta después de que fueran llevados prisioneros a Babilonia el rey Jeconías, la reina madre, los funcionarios y la gente importante de Judá y Jerusalén, y también los artesanos y los herreros.