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1 Reyes 21:10 - Biblia Lenguaje Básico

10 Haced también que dos testigos falsos declaren contra Nabot diciendo que ha maldecido a Dios y al rey. Luego sacadlo fuera y matadlo a pedradas.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

10 y poned a dos hombres perversos delante de él, que atestigüen contra él y digan: Tú has blasfemado a Dios y al rey. Y entonces sacadlo, y apedreadlo para que muera.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Luego, sienten a dos sinvergüenzas frente a él que lo acusen de maldecir a Dios y al rey. Después sáquenlo y mátenlo a pedradas».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Consíganse a dos malvados para que le lancen esta acusación: ¡Tú maldeciste a Dios y al rey! Entonces lo sacarán fuera y lo matarán a pedradas'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 y que dos hombres, hijos de Belial, se sienten frente a él y testifiquen contra él diciendo: ¡Has maldecido a ’Elohim y al rey! Y haréis que lo saquen fuera y lo apedreen hasta que muera.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Y poned frente a él a dos hombres perversos, que testimonien contra él, diciendo: 'Tú has maldecido a Dios y al rey'. Sacadlo luego fuera, y que muera lapidado'.

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1 Reyes 21:10
18 Referans Kwoze  

Allí en Guilgal estaba Sebá, hijo de Bicrí, que era de la tribu de Benjamín. Como Sebá era un malvado, tocó la trompeta y dijo: —¡Israelitas, regresemos a nuestras casas! ¡No tenemos nada que ver con David, ni ganamos nada con seguirlo!


Los dirigentes y personas importantes de la ciudad hicieron lo que Jezabel les había mandado en sus cartas:


En las cartas les decía: —Proclamad un día de ayuno, convocad una reunión y haced que Nabot se presente ante todo el pueblo.


Eliseo estaba sentado en su casa junto con los líderes del país. En ese momento, el rey envió a uno de sus hombres. Antes de que llegara, Eliseo dijo a los líderes: —El rey es un asesino y ha mandado a un hombre para que me corte la cabeza. Estad atentos y, cuando ese hombre llegue, cerrad la puerta y mantenedla cerrada, porque detrás de él viene el rey.


Después de cada fiesta, Job llamaba a sus hijos y celebraba una ceremonia para pedirle a Dios que les perdonara cualquier pecado que pudieran haber cometido. Se levantaba muy temprano y le presentaba a Dios una ofrenda por cada uno de sus hijos. Job hacía esto pensando que tal vez sus hijos podrían haber ofendido a Dios o pecado contra él. Para Job, esto se había convertido en una costumbre.


No te retrases en presentarme los primeros frutos de tu cosecha de trigo y de vino, ni te olvides de entregarme a tu primer hijo


la gente que miente en un juicio, y la que provoca pleitos familiares.


Nos hemos burlado de la justicia y la sinceridad está por los suelos; no hay lugar para la honradez y la rectitud brilla por su ausencia;


—Como este hombre me ha maldecido, debes sacarlo del campamento para que todos los que oyeron cómo me ofendió pongan las manos sobre su cabeza y lo maten a pedradas.


Ellos le respondieron: —No queremos apedrearte por lo bueno que hayas hecho, sino por haber ofendido a Dios. Tú no eres más que un hombre, y dices que eres igual a Dios.


Entonces aquellos judíos dieron dinero a unos individuos para que dijeran: —Esteban ha insultado a Dios y a nuestro antepasado Moisés. Nosotros mismos lo hemos oído.


y llamaron a algunos hombres para que dieran falso testimonio contra Esteban y dijeran: —Este hombre anda diciendo cosas terribles contra el santo Templo y contra la Ley de Moisés.


Si en alguna de las ciudades que Dios os va a dar para que habitéis en ellas,


Para acusar a alguien de haber cometido un crimen será necesario que se presenten dos o tres testigos. La acusación de un solo testigo no tendrá ningún valor.


Estaban pasando un rato agradable cuando, de pronto, unos hombres de la ciudad rodearon la casa y empezaron a golpear violentamente la puerta. Se trataba de unos hombres malvados que exigieron al dueño de la casa: —¡Qué salga el hombre que está de visita en tu casa! ¡Queremos tener relaciones sexuales con él!


Los hijos de Elí eran unos malvados y no respetaban ni obedecían a Dios. Hacían cosas terribles con las ofrendas que la gente llevaba al santuario. Por ejemplo, la Ley de Dios decía que, al presentar las ofrendas, primero se debía quemar la grasa del animal y luego darle al sacerdote una porción de la carne. Sin embargo, cuando la gente apenas comenzaba a quemar la grasa, venía un sirviente de los hijos de Elí y le decía al que presentaba la ofrenda: —Dame la carne que le toca al sacerdote, para que yo se la prepare. Debo llevarla cruda porque el sacerdote no la quiere ya cocida. A veces alguien contestaba: —Déjame quemar primero la grasa, y luego te llevarás lo que gustes. Pero el sirviente le respondía: —Si no me la das ahora, me la llevaré por la fuerza. Muchas veces el sirviente llegaba con un tenedor, lo metía en la olla donde se estaba cocinando la carne, y todo lo que sacaba era para los hijos de Elí.


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