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1 Reyes 19:10 - Biblia Lenguaje Básico

10 Él contestó: —Estoy deseando defender tu nombre, pues tú eres el Dios todopoderoso. El pueblo de Israel ha abandonado el pacto que tiene contigo, ha destruido tus altares y ha matado a tus profetas. Solo yo estoy vivo, pero me están buscando para matarme.

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Biblia Reina Valera 1960

10 Él respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 —He servido con gran celo al Señor Dios Todopoderoso —respondió Elías—; pero el pueblo de Israel ha roto su pacto contigo, derribó tus altares y mató a cada uno de tus profetas. Yo soy el único que queda con vida, y ahora me buscan para matarme a mí también.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Respondió: 'Ardo de indignación por Yavé Sabaot, porque los hijos de Israel te han abandonado. Han derribado tus altares, dado muerte a cuchillo a tus profetas; sólo he quedado yo y tratan de matarme'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Y él respondió: He sentido un vivo celo por YHVH ’Elohe Sebaot,° porque los hijos de Israel han abandonado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y yo solo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Él respondió: 'He sentido vivo celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han demolido tus altares y han pasado a cuchillo a tus profetas. Sólo he quedado yo, y me buscan para quitarme la vida'.

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1 Reyes 19:10
34 Referans Kwoze  

y, cuando lo encontró, le dijo: —¿Así que eres tú el que trae tantos problemas sobre Israel?


Ajab llamó a todo el pueblo de Israel y reunió a todos los profetas de Baal y de Astarté en el monte Carmelo.


Elías añadió: —Yo soy el único profeta del Dios de Israel que ha quedado con vida, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta.


Entonces Elías dijo a todo el pueblo: —Acercaos. Todos se acercaron, y Elías reconstruyó el altar de Dios, que había sido destruido.


cuando Jezabel comenzó a matar a los profetas de Dios, Abdías tomó a cien de ellos, los dividió en dos grupos de cincuenta, los escondió en dos cuevas y allí los alimentó con pan y agua.


Él contestó: —Estoy deseando defender tu nombre, pues tú eres el Dios todopoderoso. El pueblo de Israel ha abandonado el pacto que tiene contigo, ha destruido tus altares y ha matado a tus profetas. Solo yo estoy vivo, pero me están buscando para matarme.


Entonces Jezabel mandó un mensajero a decirle a Elías: —Te voy a matar como tú hiciste con los profetas de Baal. Que los dioses me castiguen sin piedad si mañana, a esta misma hora, no estás muerto.


Mientras tanto, un profeta fue a ver a Ajab y le dijo: —Dios te hace saber que, aunque este gran ejército te ataque, él te dará la victoria; así sabrás que él es el único Dios.


Después de todo esto el profeta fue a ver al rey de Israel y le dijo: —Refuerza el ejército y piensa bien lo que tienes que hacer, porque el rey de Siria vendrá el año que viene para atacarte.


Después, un hombre que pertenecía al grupo de los profetas le dijo a uno de sus compañeros por mandato de Dios: —Dios ordena que me pegues. Por favor, hazlo. Pero su compañero no quiso pegarle.


El rey de Israel le respondió: —Hay un profeta al que podemos consultar. Se llama Miqueas y es hijo de Jimlá. Pero yo lo odio porque nunca me anuncia cosas buenas, sino siempre malas. Josafat le dijo: —No digas eso.


Después le dijo: —Ven conmigo. Vas a ver cómo defiendo la causa de mi Dios. Y Jehú se llevó a Jonadab en su carro.


Pero luego fueron desobedientes y se rebelaron contra ti; mataron a tus profetas que les invitaban a arrepentirse. ¡No obedecieron tu ley y te ofendieron gravemente!


Dios mío, ya es hora de que actúes, pues nadie cumple tu ley.


Amo con pasión tus palabras que mis enemigos tienen olvidadas.


¡Hasta mis propios hermanos me ven como a un extraño!


No te arrodillarás ante ellos ni harás cultos en su honor. Yo soy el Dios de Israel y soy un Dios celoso. Yo castigo a los hijos, nietos y bisnietos de quienes me odian,


No adoréis a ningún otro dios, porque soy un Dios muy celoso.


Sin embargo, yo me dije: «He trabajado inútilmente; me he quedado sin fuerzas y no he logrado nada». Pero es Dios que me defiende, de él viene mi recompensa.


De nada ha servido castigar a vuestros hijos, pues no aceptáis mis correcciones. ¡Todos vosotros, como leones feroces, disteis muerte a mis profetas!


al contrario, mandó que metieran en la cárcel tanto al profeta Jeremías como al secretario Baruc. Enseguida Jerajmeel, hijo del rey, Seraías, hijo de Azriel, y Selemías, hijo de Abdeel, salieron a buscar a Jeremías y a Baruc, pero Dios no permitió que los encontraran.


El reino de Israel es maltratado y nadie respeta sus derechos porque adoró a dioses falsos.


Puesto que os habéis portado tan mal como Omrí, rey de Israel, y habéis seguido el mal ejemplo de la familia del rey Ajab, voy a destruiros y hacer que la gente os humille y se burle de vosotros.


Ya no hay en este mundo gente buena y que ame a Dios; unos a otros se hacen daño. Solo esperan el momento de matarse unos a otros.


—Finés, hijo de Eleazar y nieto del sacerdote Aarón, ha actuado entre los israelitas como lo hubiera hecho yo mismo. Ha salido en mi defensa y así ha logrado calmar mi furia evitando que yo los aniquilara.


Se trata de un pacto según el cual tanto él como sus descendientes serán siempre mis sacerdotes, por haber salido en defensa de su Dios y haber obtenido el perdón para los israelitas.


Al ver esto, los discípulos recordaron el pasaje de las Escrituras que dicen: «El amor que siento por tu casa arde como fuego en mi corazón».


Y Dios dijo a Moisés: —Muy pronto morirás. Cuando eso suceda, los israelitas dejarán de obedecerme y adorarán a los dioses falsos de la gente que vive en este territorio. Me abandonarán y no cumplirán el pacto que hemos hecho.


A otros los mataron a pedradas, los partieron en dos con una sierra, o los mataron con espada. Algunos fueron de un lugar a otro con ropas hechas de piel de oveja o de cabra. Eran pobres, estaban tristes, y habían sido maltratados.


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