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1 Reyes 13:4 - Biblia Lenguaje Básico

4 Cuando Jeroboán escuchó lo que el profeta había dicho en contra del altar de Betel, extendió su brazo desde el altar y dijo: —Llevaos preso a este hombre. Pero el brazo que había extendido se le quedó tieso y no pudo moverlo más.

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Biblia Reina Valera 1960

4 Cuando el rey Jeroboam oyó la palabra del varón de Dios, que había clamado contra el altar de Bet-el, extendiendo su mano desde el altar, dijo: ¡Prendedle! Mas la mano que había extendido contra él, se le secó, y no la pudo enderezar.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 Cuando Jeroboam oyó al hombre de Dios hablar contra el altar de Betel, el rey lo señaló con el dedo y gritó: «¡Detengan a ese hombre!»; pero al instante, la mano del rey se paralizó en esa posición, y no podía moverla.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 Cuando el rey Jeroboam escuchó esa maldición del hombre de Dios contra el altar de Betel, extendió la mano y ordenó: '¡Deténganlo!' Pero la mano que había extendido contra el hombre de Dios quedó tiesa y no pudo encogerla.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 Y sucedió que cuando el rey oyó la palabra que el varón de Dios había dicho contra el altar de Bet-’El, Jeroboam extendió su mano desde el altar, diciendo: ¡Prendedle! Y al momento se le secó la mano que había extendido contra él, y no pudo recogerla hacia sí.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 Al oír el rey Jeroboán lo que el varón de Dios gritaba contra el altar de Betel, extendió su mano desde encima del altar y dijo: '¡Prendedlo!'. Pero se le secó la mano que había extendido contra él y no pudo volverla hacia sí.

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1 Reyes 13:4
26 Referans Kwoze  

Luego, a todos los que estaban fuera los dejaron ciegos para que no pudieran entrar.


Jeroboán puso uno de los becerros en la ciudad de Betel y el otro, en la ciudad de Dan.


Como señal de que todo esto sucedería verdaderamente, el profeta dijo aquel mismo día: —Este altar va a ser destruido, y las cenizas que hay sobre él serán esparcidas.


Además, el altar se hizo pedazos y las cenizas que había sobre él se esparcieron. Así se cumplió lo que el profeta había dicho de parte de Dios.


Decidles que lo metan en la cárcel y que no le den más que pan y agua hasta que yo regrese sano y salvo de la batalla.


Al oír esto, Asá se enfureció tanto contra el profeta que lo metió en la cárcel. También maltrató con crueldad a varios de los habitantes de la ciudad.


«No os metáis con mi pueblo elegido; no hagáis daño a mis profetas».


Entonces, yo, el Rey, les diré: «Lo que hayáis hecho al más pequeño de aquellos que considero mis hermanos, es como si me lo hubierais hecho a mí».


Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron al palacio de Caifás, el jefe de los sacerdotes. Allí estaban reunidos los maestros de la Ley y los miembros de la Junta Suprema. Pedro siguió a Jesús desde lejos y llegó hasta el patio del palacio. Allí se sentó con los guardias para no perderse nada.


Y después de mirar a todos, Jesús le dijo al hombre: —Extiende la mano. El hombre la extendió, y la mano quedó sana.


Si alguien recibe al que yo envío, me recibe a mí. Y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado.


Los soldados y los guardias del Templo cayeron de espaldas al suelo.


Si alguien trata de hacerles daño, ellos echarán fuego por la boca y sus enemigos quedarán completamente abrasados.


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