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1 Pedro 1:3 - Biblia Lenguaje Básico

3 Alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran amor y por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, ha hecho que tengamos una esperanza llena de vida,

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Biblia Reina Valera 1960

3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Que toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Es por su gran misericordia que hemos nacido de nuevo, porque Dios levantó a Jesucristo de los muertos. Ahora vivimos con gran expectación

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús, nuestro Señor, por su gran misericordia. Al resucitar a Cristo Jesús de entre los muertos, nos dio una vida nueva y una esperanza viva.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesús, el Mesías, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por medio de la resurrección de Jesús el Mesías de entre los muertos,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Bendito Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia, nos reengendró a una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,

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1 Pedro 1:3
56 Referans Kwoze  

exclamó: —Bendito sea el Dios de Israel, que ha cumplido lo que prometió a mi padre David cuando le dijo:


A continuación David se dirigió a toda la asamblea del pueblo diciendo: —¡Bendecid y alabad a Dios! Y el pueblo entero, inclinándose ante Dios y ante el rey, bendijo al Dios de sus antepasados.


Cuando Ezequías y los principales jefes vieron esa gran cantidad de ofrendas, bendijeron a Dios y a su pueblo Israel.


Tú siempre me sostendrás y me mantendrás en tu presencia, porque soy inocente.


Pero tú, mi Dios, eres bondadoso y compasivo; eres paciente y es fiel tu amor.


Dios mío, tú eres bueno y sabes perdonar; ¡qué grande es tu amor con los que te invocan!


Entonces pasó Dios delante de Moisés, diciendo en voz alta: —¡Soy el Dios de Israel! Un Dios compasivo y bondadoso que no me enfado fácilmente, y que amo a mi pueblo y le soy fiel.


Pero revivirán tus muertos, resurgirán tus cadáveres, despertarán los que duermen en el polvo, pues eres como rocío luminoso y los muertos resurgirán de la tierra.


Muy molesto, le dijo a Dios: —¿No era esto lo que yo pensé que harías cuando aún estaba en mi tierra? Por eso quise huir lejos de ti y dirigirme a Tarsis. Yo sé que eres un Dios muy bueno; te compadeces de todos y te cuesta enfadarte. Es tan grande tu amor que, cuando dices que vas a castigar, después cambias de opinión y no lo haces.


Son hijos de Dios por voluntad divina, no por voluntad humana.


Mientras esperáis al Señor, mostraos alegres; cuando tengáis que sufrir por él, sed pacientes; sed constantes en la oración.


Que Dios, fuente de esperanza, os llene de alegría. Que, por creer en él, os conceda la paz y que el poder del Espíritu Santo os llene de esperanza.


Dios entregó a Jesús para que muriera por nuestros pecados, y lo resucitó para que fuéramos declarados inocentes.


Si cuando todavía éramos sus enemigos, Dios hizo las paces con nosotros por medio de la muerte de su Hijo, con mayor razón nos salvará ahora que su Hijo vive, y que nosotros estamos en paz con Dios.


Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, y él también hará que vuestros cuerpos muertos vuelvan a vivir, si es que el Espíritu de Dios vive en vosotros. Esto Dios lo hará por medio de su Espíritu, que vive en vosotros.


En realidad, Dios nos ha salvado, aunque solo en esperanza. Pero esperar lo que ya se está viendo no es esperanza, porque ¿quién sigue esperando algo que ya tiene?


Hay tres cosas que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor. De estas tres cosas, la más importante es el amor.


Sin embargo, ¡Cristo resucitó! Esto nos enseña que también resucitarán los que murieron.


¡Demos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Él es un Padre bueno y amoroso que siempre nos ayuda.


Que Dios llene de paz y de bondad a los que viven así y que lo haga también con el verdadero pueblo de Dios.


Le pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, es decir, al Padre a quien pertenece la gloria, que os dé su Espíritu, para que seáis sabios y podáis entender cómo es Dios.


Demos gracias al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo por las bendiciones espirituales que Cristo nos trajo del cielo.


Por la muerte de su Hijo, Dios perdonó nuestros pecados y nos liberó de toda culpa. Esto lo hizo por su inmenso amor. Y derramando abundantemente sobre nosotros su gracia y llenándonos de sabiduría y conocimiento,


Pero Dios es muy compasivo y su amor por nosotros es inmenso.


Dios tiene poder para hacer con nosotros mucho más de lo que le pedimos o somos capaces de pensar.


Pero para ello, es necesario que mantengáis vuestra fe en Cristo y no dejéis de confiar en el mensaje de la buena noticia. Este es un mensaje que ha sido anunciado por todo el mundo y del que yo, Pablo, soy servidor.


Dios decidió daros a conocer este plan tan grande y maravilloso para todas las naciones; un plan que consiste en que Cristo viva en vosotros y os dé la esperanza de que vais a compartir la gloria de Dios.


Hermanos míos, queremos que sepáis lo que en verdad pasa con los que ya han muerto, para que no os pongáis tristes como los que no tienen esperanza.


Dios nuestro Padre es bueno; por eso nos ha amado y nos ha dado el consuelo eterno y la seguridad de que seremos salvos. A él y a nuestro Señor Jesucristo les pido


Nuestro Señor me concedió su gracia y por medio de Jesucristo me llenó de su fe y de su amor.


Así debemos vivir, mientras llega ese día feliz y maravilloso que todos esperamos, cuando regrese nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.


Pero Cristo, que es el Hijo de Dios, ha sido puesto al frente del pueblo de Dios, que somos nosotros, y lo seguiremos siendo si mantenemos firmemente y con alegría la esperanza en la salvación que recibiremos.


Además, quiso que fuéramos los primeros entre sus criaturas. Por eso, por medio de la buena noticia de salvación nos dio una vida nueva.


Por eso, estad atentos y pensad bien lo que vais a hacer, sin dejaros seducir por nada malo. Y confiad totalmente en que Dios os tratará bien cuando regrese Jesucristo.


Gracias a Cristo, vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio un lugar de honor en su reino. De esta manera vuestra fe y vuestra esperanza tienen en Dios un firme apoyo.


Dios ha hecho que volváis a nacer, no de padres humanos, que finalmente mueren, sino gracias al mensaje de Dios. Y es que ese mensaje da vida y nada puede destruirlo.


Como si fuerais niños recién nacidos, buscad la leche pura que procede del Espíritu para que, alimentados con ella, alcancéis la salvación,


Honrad a Cristo como Señor y estad siempre dispuestos a explicar a la gente que os lo pida por qué habéis puesto vuestra esperanza en Cristo.


Y esa agua representaba a la que ahora usamos para el bautismo, por medio del cual Dios nos salva. El bautismo que no es para limpiar la suciedad de nuestro cuerpo, sino para pedirle a Dios que nos limpie de pecado gracias a la resurrección de Jesucristo,


Así se adornaban algunas santas mujeres en el pasado: confiaban en Dios y obedecían a sus maridos.


Como sabéis, Jesucristo hace todo lo que le agrada a Dios. Por eso, también debéis saber que todo el que hace lo que a Dios le agrada, es hijo de Dios.


Todo el que espera confiadamente que todo esto suceda, se esfuerza por ser perfecto, como lo es Jesús.


Ningún hijo de Dios puede seguir pecando, porque tiene la vida que Dios le ha dado. Así que no puede seguir pecando, porque es un hijo de Dios.


Queridos hermanos, debemos amarnos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios.


Si creemos que Jesús es el Mesías, entonces somos hijos de Dios. Y recordemos que, si amamos al Padre, también debemos amar a los hijos de ese mismo Padre.


Sabemos que los hijos de Dios no pecan porque Jesucristo, el Hijo de Dios, los protege, y el diablo no puede hacerles daño.


En realidad, todo el que es hijo de Dios vence al mal que hay en el mundo, porque es nuestra fe la que sale victoriosa sobre el mundo.


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