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1 Corintios 9:16 - Biblia Lenguaje Básico

16 Yo no anuncio la buena noticia de Cristo para sentirme importante. Lo hago porque Dios así me lo ordenó. ¡Y pobre de mí si no lo hiciera!

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

16 Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!

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Biblia Nueva Traducción Viviente

16 Sin embargo, predicar la Buena Noticia no es algo de lo que pueda jactarme. Estoy obligado por Dios a hacerlo. ¡Qué terrible sería para mí si no predicara la Buena Noticia!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

16 Pues ¿cómo podría alardear de que anuncio el Evangelio? Estoy obligado a hacerlo, y ¡pobre de mí si no proclamo el Evangelio!

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La Biblia Textual 3a Edicion

16 Porque si proclamo el evangelio, no me es motivo de gloria, pues me es impuesta necesidad, y, ¡ay de mí si no proclamara el evangelio!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

16 Pues anunciar el evangelio no es para mí motivo de gloria; es un deber que me incumbre. ¡Y ay de mí, si no anuncio el evangelio!

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1 Corintios 9:16
21 Referans Kwoze  

Entonces exclamé: «¡Ahora sí voy a morir! Porque yo, que soy un hombre pecador y vivo en medio de un pueblo pecador, he visto al rey del universo, al Dios todopoderoso».


Así que, ¡prepárate! Ve y diles todo lo que yo te mando. No les tengas miedo, pues de lo contrario te haré temblar de miedo cuando te enfrentes a ellos.


Jeremías le dijo a Dios: Dios mío, tú me sedujiste y yo me dejé seducir. Eres más fuerte que yo, y por eso me convenciste. Continuamente se burlan de mí, soy el hazmerreir de todos.


La verdad es que desearía no acordarme más de ti ni anunciar más tus mensajes; pero tus palabras son como un fuego que arde dentro de mí y que me quema hasta los huesos. Yo trataba de no hablar, pero me resultaba imposible callar.


Si el león ruge, todo el mundo tiembla de miedo; si nuestro Dios lo ordena, el profeta tiene que hablar.


Si ahora hablo en nombre de Dios, es porque Dios mismo me pidió que dejara de cuidar el ganado y me envió a anunciar este mensaje a su pueblo Israel.


El empleado que había recibido cinco mil monedas hizo negocios con ellas y logró ganar otras cinco mil.


Jesús le dijo: —Nadie puede pertenecer al reino de Dios sin renunciar a lo que estaba haciendo.


¡Nosotros no podemos dejar de hablar de todo lo que hemos visto y oído!


Sin embargo, el Señor le dijo: —Tú vete, porque yo he elegido a ese hombre para que hable de mí ante extranjeros y reyes, y ante el pueblo de Israel.


Pero levántate y entra en la ciudad, que allí sabrás lo que tienes que hacer.


Tengo que anunciar esta buena noticia a todo el mundo; no importa que sepan mucho o no sepan nada, ni que sean humildes o importantes. Por eso tengo tantos deseos de proclamar la buena noticia también entre vosotros, los que residís en Roma.


Por lo que Jesucristo ha hecho en mí, puedo sentirme orgulloso de mi servicio a Dios.


Si Dios lo hubiera aceptado por todo lo que hizo, entonces podría sentirse orgulloso ante nosotros. Pero ante Dios no podía sentirse orgulloso de nada.


Podréis tener diez mil maestros que os instruyan acerca de Cristo, pero padres no tenéis muchos. El único padre que tenéis soy yo, pues cuando os anuncié la buena noticia de Jesucristo, llegasteis a ser mis hijos.


Si otros tienen ese derecho, con más razón lo tenemos nosotros. Pero no hemos hecho valer ese derecho, sino que todo lo hemos soportado, con tal de no crear problemas al anunciar la buena noticia de Cristo.


De la misma manera, el Señor mandó que quienes anuncian la buena noticia vivan de ese mismo trabajo.


Cuando fui a la ciudad de Tróade para anunciar la buena noticia de Cristo, tuve la gran oportunidad de trabajar por el Señor en ese lugar.


Decidle a Arquipo que trate de hacer bien el trabajo que el Señor Jesucristo le ha encargado.


En cuanto a mí, nunca dejaré de rogar a Dios por vosotros, pues dejar de hacerlo sería un pecado. Y os seguiré enseñando a portaros bien y a vivir como Dios quiere.


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