Al verlos, David salió a su encuentro y les dijo: —Si vuestras intenciones son buenas y venís para ayudarme, acepto de todo corazón que os unáis a mi tropa; pero si lo que queréis es traicionarme y entregarme a mis enemigos, siendo así que yo no soy ningún criminal, que el Dios de nuestros antepasados lo vea y os castigue.
En la Iglesia, Dios le dio una función a cada una de las partes. En primer lugar, puso apóstoles; en segundo lugar, puso profetas, y en tercer lugar, maestros. También hay algunos que hacen milagros, y otros que tienen la capacidad de sanar a los enfermos; unos ayudan, otros dirigen, e incluso hay quienes hablan en un lenguaje misterioso.
Y a ti, mi fiel compañero de trabajo, te pido que las ayudes. Ellas me han ayudado mucho para anunciar la buena noticia, junto con Clemente y mis otros compañeros de trabajo. Los nombres de todos ellos ya están anotados en el libro de la vida.
Hermanos míos, seguramente os acordáis de lo duro que trabajamos para ganarnos la vida. Mientras os anunciábamos la buena noticia de Dios, trabajábamos de día y de noche para que ninguno de vosotros tuviera que darnos dinero.
Obedeced a vuestros líderes haciendo lo que os digan, porque ellos cuidan de vosotros sin descanso y saben que son responsables ante Dios de lo que os pase. De esta manera harán su trabajo con alegría y sin quejarse, pues ¿de qué os serviría que lo hicieran a disgusto?
Dios es justo y nunca olvidará lo que habéis hecho y seguís haciendo, para ayudar a los creyentes. De esa manera, habéis demostrado vuestro amor a Dios.
Del mismo modo vosotros, los jóvenes, debéis obedecer la autoridad de los líderes de la Iglesia. Todos debéis trataros con humildad, pues las Escrituras dicen: «Dios se opone a los orgullosos, pero brinda su ayuda a los humildes».