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1 Corintios 1:30 - Biblia Lenguaje Básico

30 Dios os ha unido a Cristo Jesús, y gracias a esa unión ha hecho que Cristo sea nuestra sabiduría, nuestra salvación, nuestra liberación y nuestra santificación.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

30 Dios los ha unido a ustedes con Cristo Jesús. Dios hizo que él fuera la sabiduría misma para nuestro beneficio. Cristo nos hizo justos ante Dios; nos hizo puros y santos y nos liberó del pecado.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

30 Por gracia de Dios ustedes están en Cristo Jesús. El ha pasado a ser sabiduría nuestra venida de Dios, y nuestro mérito y santidad, y el precio de nuestra libertad.

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La Biblia Textual 3a Edicion

30 Pero de Él proviene° lo que sois en Jesús el Mesías, el cual por parte de Dios nos ha sido hecho sabiduría, y justicia, y santificación, y redención;

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

30 De Dios viene el que vosotros estéis en Cristo Jesús, el cual, por iniciativa de Dios, se hizo nuestra sabiduría, como también justicia, santificación y redención.

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1 Corintios 1:30
76 Referans Kwoze  

La sabiduría se deja oír por calles y avenidas.


Solo Dios puede hacerte sabio porque él es la fuente del conocimiento;


Aprended, inexpertos, prudencia; y vosotros, necios, pensad lo que hacéis.


El espíritu de Dios estará sobre él y le dará sabiduría, inteligencia y prudencia. Será un rey poderoso que conocerá y obedecerá a Dios.


Pero al pueblo de Israel lo salvarás para siempre y nunca más se llenará de vergüenza ni volverá a ser humillado.


Pero ningún arma usada contra ti será capaz de destruirte. Israel, tú harás callar a todo el que te acuse, porque yo, el único Dios, hago triunfar a los que me adoran. Os aseguro que así será.


Entonces el reino de Judá estará a salvo, y en Jerusalén habrá seguridad. Por eso la llamarán «Dios es nuestra salvación».


con estas palabras: Bendito sea por siempre el nombre de Dios; solo él es sabio y poderoso.


Tienen que pasar setenta semanas para que tu pueblo y tu ciudad dejen de hacer el mal, para que lleguen a su fin la desobediencia y el pecado. Al cabo de ese tiempo quedarán reparados los delitos, se restablecerá la justicia. Dios cumplirá las visiones que has tenido y su santo Templo será de nuevo consagrado.


¿Y así esperas todavía que yo te libre de la muerte? ¡Pues ya no te mostraré compasión! Muerte, ¡ven con tu poder, ven a destruir a este pueblo!


Cuando nazca el niño, lo llamarás Jesús. Él va a salvar a su pueblo del castigo que merece por sus pecados.


Por eso Dios ha dicho sabiamente acerca de vosotros: «Yo os enviaré profetas y apóstoles, pero mataréis a algunos de ellos, y a otros los perseguiréis por todas las ciudades».


Yo os daré sabiduría para que contestéis con inteligencia, y ninguno de vuestros enemigos podrá contradeciros ni haceros frente.


Jesús le respondió: —Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar al Padre si no es por medio de mí.


Les he dado a conocer quién eres, y no dejaré de hacerlo, para que tanto el amor que tú me tienes, como el que les tengo yo se haga en ellos realidad.


porque les he dado el mensaje que me diste, y ellos lo han aceptado. Saben con seguridad que procedo de ti y han creído que fuiste tú el que me enviaste.


Jesús volvió a hablar a la gente diciendo: —Yo soy la luz que alumbra a todos los que viven en este mundo. Seguidme y no caminaréis en la oscuridad, pues tendréis la luz que os da vida.


Quiero que les hagas ver que deben pasar de las tinieblas a la luz, y también que deben renunciar a Satanás y convertirse a Dios, para que crean en mí y así reciban el perdón de los pecados y la herencia que corresponde a los que forman parte de mi pueblo».


La buena noticia nos enseña que Dios acepta a los que creen en Jesús. Como dicen las Escrituras: «Los que son justos por su fe vivirán».


En realidad, todo fue creado por Dios; todo existe por él y para él. Así que, ¡alabémosle por siempre! Amén.


Algo parecido pasa con nosotros: aunque somos muchos, todos juntos formamos un solo cuerpo, el de Cristo, en el que cada uno está al servicio de los demás.


También a Herodión, judío como yo, y a los de la familia de Narciso, todos ellos creyentes en el Señor.


Saludad a Andrónico y a Junias, que son judíos como yo, y que estuvieron en la cárcel conmigo. Son apóstoles bien conocidos, e incluso llegaron a creer en Cristo antes que yo.


Dios entregó a Jesús para que muriera por nuestros pecados, y lo resucitó para que fuéramos declarados inocentes.


David nos habla de la felicidad de aquellos a los que, sin hacer nada para merecerlo, Dios declara inocentes por creer en él. Así lo dice en la Escritura:


O sea, que la desobediencia de uno solo hizo que muchos fueran pecadores, pero, por la obediencia de Jesús, Dios declaró inocentes a muchos.


Y si el pecado trajo el reinado de la muerte, la gracia de Dios ha traído el reinado de la vida. Por eso Dios nos ha declarado inocentes, y nos ha dado vida eterna por medio de nuestro Señor Jesucristo.


Por lo tanto, los que vivimos unidos a Jesucristo no seremos castigados.


Y no solo sufre la creación, sino que también sufrimos nosotros, los que tenemos al Espíritu Santo, que es el anticipo de todo lo que Dios nos dará después. Mientras tanto, esperamos que Dios nos adopte definitivamente como sus hijos y nos libere del todo.


Pero, si el Espíritu de Dios vive en vosotros, ya no tenéis que seguir vuestros malos deseos, sino comportaros según el Espíritu de Dios. El que no tiene al Espíritu de Cristo, no es de Cristo.


En cambio, para los que fueron elegidos por Dios, sean judíos o no, se trata de un Mesías en el que Dios ha mostrado su poder y su sabiduría.


Pero Dios puso cada parte del cuerpo en donde quiso ponerla.


Cada uno de vosotros es parte de la Iglesia, y todos juntos formáis el cuerpo de Cristo.


A algunos, el Espíritu les concede la capacidad de hablar con sabiduría, a otros la capacidad de hablar con mucho conocimiento,


Podréis tener diez mil maestros que os instruyan acerca de Cristo, pero padres no tenéis muchos. El único padre que tenéis soy yo, pues cuando os anuncié la buena noticia de Jesucristo, llegasteis a ser mis hijos.


Y algunos de vosotros erais así. Pero Dios os perdonó esos pecados, os limpió y os hizo parte de su pueblo. Todo esto fue posible por el poder del Señor Jesucristo y del Espíritu de nuestro Dios.


Conozco a un hombre que cree en Cristo, y que hace catorce años fue llevado a lo más alto del cielo. No sé si fue llevado con cuerpo o sin cuerpo, o si se trató de una visión espiritual. Solo Dios lo sabe.


Cuando Dios creó el mundo, dijo: «Que brille la luz donde ahora hay oscuridad». Y cuando nos permitió entender la buena noticia, también iluminó nuestro entendimiento para que conociéramos la grandeza de Dios reflejada en el rostro de Cristo.


Jesucristo entregó su vida para que Dios perdonara nuestros pecados y nos librara de este mundo malvado. ¡Así lo ha dispuesto Dios, nuestro Padre,


Pero Cristo se hizo por nosotros maldito y así nos libró de la maldición que cae sobre el que no obedece la ley. Porque la Escritura dice: «Dios maldecirá a cualquiera que muera colgado de un madero».


Cuando llegó el momento preciso, Dios realizó su plan llevando la historia a su plenitud y reuniendo todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, y poniendo como jefe al frente de ellas a Cristo.


Lo recibisteis como garantía de que Dios cumplirá su promesa liberando totalmente a los que formamos su pueblo. De esta manera alabaremos por siempre la grandeza de Dios.


Por la muerte de su Hijo, Dios perdonó nuestros pecados y nos liberó de toda culpa. Esto lo hizo por su inmenso amor. Y derramando abundantemente sobre nosotros su gracia y llenándonos de sabiduría y conocimiento,


Nosotros somos creación de Dios. Por nuestra unión con Jesucristo nos creó para que vivamos haciendo el bien, lo que Dios ya había planeado de antemano.


No hagáis que se ponga triste el Espíritu Santo de Dios, que es como un sello de identidad que Dios puso en vosotros, para reconoceros cuando llegue el día de la liberación.


Lo hizo para consagrarla a Dios, limpiándola por medio de su mensaje y del agua del bautismo.


quien por su muerte nos salvó y perdonó nuestros pecados.


Que el mensaje de Cristo, con toda su riqueza, llene vuestras vidas para que os corrijáis y os enseñéis unos a otros de manera inteligente. Cantad salmos, himnos y cantos espirituales, dando gracias a Dios de todo corazón.


Que el Dios de la paz os mantenga completamente dedicados a su servicio. Que os conserve sin pecado hasta que vuelva nuestro Señor Jesucristo, para que ni vuestro espíritu, ni vuestra alma, ni vuestro cuerpo sean hallados culpables delante de Dios.


Él quiso morir para rescatarnos de todo lo malo y para purificarnos de nuestros pecados, haciendo de nosotros su pueblo, un pueblo deseoso de hacer el bien.


Cristo no entró en ese santuario para ofrecer a Dios la sangre de animales, sino para ofrecer su propia sangre. Entró una sola vez y para siempre; de ese modo, de una vez por todas nos libró del pecado.


Si alguno no tiene sabiduría, que se la pida a Dios. Él se la da a todos en abundancia, sin echarles nada en cara.


Yo, Simón Pedro, estoy al servicio de Jesucristo, que me envió a anunciar su mensaje. Recibid mis saludos todos los que gracias a Jesucristo, nuestro Dios y Salvador, habéis recibido una fe de tanto valor como la nuestra.


Cuando Jesucristo vino a este mundo, fue bautizado en agua, y al morir derramó su sangre. El Espíritu de Dios es testigo de esto, y todo lo que el Espíritu dice es verdad.


Estos son los que no adoraron a dioses falsos ni fueron infieles a Dios. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va y han sido salvados para ser el primer fruto ofrecido a Dios y al Cordero.


Y todos ellos cantaban un cántico nuevo que decía: —Solo tú mereces tomar el libro y romper sus sellos. Porque fuiste sacrificado, y con tu sangre rescataste para Dios a gente de toda raza, idioma, pueblo y nación.


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