1 Timoteo 2:9 - Biblia Septuaginta al Español9 asimismo también mujeres, en vestuario ornado(b) , con pudor y moderación órnense; no en trenzados, u oro, o perlas o vestimenta muy costosa; Gade chapit laPlis vèsyonBiblia Reina Valera 19609 Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, Gade chapit laBiblia Nueva Traducción Viviente9 Y quiero que las mujeres se vistan de una manera modesta. Deberían llevar ropa decente y apropiada y no llamar la atención con la manera en que se arreglan el cabello ni con accesorios de oro ni con perlas ni ropa costosa. Gade chapit laBiblia Católica (Latinoamericana)9 Asimismo, que las mujeres sepan revestirse de gracia y buen juicio, en vez de adornarse con peinados rebuscados, oro, joyas o vestidos caros. Gade chapit laLa Biblia Textual 3a Edicion9 Asimismo, que las mujeres se atavíen° con ropa decorosa, con sensatez y decencia, no con peinados ostentosos, ni oro, ni perlas, ni ropa costosa;° Gade chapit laBiblia Serafín de Ausejo 19759 Asimismo, que las mujeres se presenten con vestidos decorosos, arregladas modesta y sobriamente, sin peinados complicados, sin oro, sin perlas, sin ropas suntuosas, Gade chapit la |
Y aconteció en el día tercero, cuando cesó de orar, que se quitó las vestiduras de la servidumbre y se revistió de su gloria; y, hecha esplendorosa, invocando al de todo mirador Dios y salvador, tomó consigo las dos doncellas; y en la una se apoyaba como delicadísima, pero la otra seguía aligerando su vestimenta; y ella, sonrosada de colmo de su hermosura. Y su rostro, alegre, como amable; su corazón, empero, estrechado del temor. Y, entrando por todas las puertas, paróse delante del rey; y él estaba sentado en el trono de su reino, y de toda estola de su esplendidez revestido todo entre oro y piedras preciosas; y estaba amedrentador sobremanera. Y, alzando su semblante, encendido de gloria, en colmo de furor miró. Y cayó la reina, y demudó su color en desmayo; y reclinóse sobre la cabeza de la doncella que la precedía. Y mudó Dios el espíritu del rey en mansedumbre; y, espantado, salió de su trono, y tomóla en sus brazos hasta que se recobró. Y consolábala con palabras pacíficas, y le dijo: «¿Qué hay Ester? Yo, tu hermano; consuélate: no morirás, no. Porque el decreto es para el común de las gentes, no es para nosotros: acércate».