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Lamentaciones 1:17 - Biblia Martin Nieto

17 Sión alarga sus manos, mas no hay quien la consuele. El Señor ha suscitado contra Jacob por todas partes enemigos; Jerusalén se ha convertido en objeto de horror entre los pueblos.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

17 Sion extendió sus manos; no tiene quien la consuele; Jehová dio mandamiento contra Jacob, que sus vecinos fuesen sus enemigos; Jerusalén fue objeto de abominación entre ellos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

17 Jerusalén extiende la mano en busca de ayuda, pero nadie la consuela. El Señor ha dicho de su pueblo Israel: «¡Que sus vecinos se conviertan en enemigos! ¡Que sean desechados como un trapo sucio!».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

17 Sión tiende sus manos, y no hay quién la consuele. Yavé mandó contra Jacob adversarios de todas partes; Jerusalén se ha hecho ejemplo de horror para ellos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

17 p Sión extiende sus manos pero no hay quien la consuele. YHVH ha dispuesto contra Jacob, que sus vecinos sean sus adversarios; Jerusalem se ha convertido entre ellos en algo inmundo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

17 Pe. Sión tiende sus manos: no tiene quien la consuele. Yahveh mandó contra Jacob a los opresores del contorno. Jerusalén se ha convertido en inmundicia para ellos.

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Lamentaciones 1:17
29 Referans Kwoze  

Entonces Salomón se puso delante del altar del Señor en presencia de toda la comunidad israelita, alzó sus manos al cielo y


toda oración, toda súplica que te dirija cualquier persona o todo tu pueblo Israel, reconociendo cada uno la plaga de su propio corazón y extendiendo sus manos hacia este templo,


El año noveno de su reinado, el día décimo del mes décimo, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitió; y construyeron un muro de asedio alrededor.


Y he visto también todas las opresiones que se cometen bajo el sol. ¡Las lágrimas de los oprimidos sin tener quien los consuele! ¡La mano de sus opresores les hace violencia, sin encontrar quien los vengue!


Cuando extendéis las manos, aparto mis ojos de vosotros; aunque multipliquéis vuestras plegarias, no las escucho. Vuestras manos están llenas de sangre.


Oh desdichada, sacudida por la tempestad, desconsolada; yo asentaré tus piedras sobre malaquita y tus cimientos sobre zafiros;


¿Es acaso mi heredad un ave jaspeada? Las aves rapaces revolotean sobre ella por todas partes. ¡Ea, juntaos, fieras todas del campo, venid a devorarla!


¿Quién se apiadará de ti, Jerusalén? ¿Quién te consolará? ¿Quién te detendrá para preguntarte cómo estás?


Grandes y pequeños morirán en este país sin ser sepultados ni llorados; por ellos no se harán cortes en el cuerpo ni se raparán el cabello.


Yo daré orden -dice el Señor- de que vuelvan sobre esta ciudad; que la ataquen, la tomen y la prendan fuego; y a todas las ciudades de Judá las dejaré hechas un desierto despoblado'.


Sí, oigo gritos como de mujer en parto, angustias como de primeriza. Son los gritos de la hija de Sión, que gime y alarga las manos. '¡Ay de mí, que voy a sucumbir bajo los golpes de los asesinos!'.


Hacia ella vienen pastores con sus rebaños; por todo su cerco plantan tiendas; cada uno apacienta su porción.


Me invade la tristeza, desfallece mi corazón.


Por todo estoy llorando, se derriten en lágrimas mis ojos, porque está lejos de mí el consolador, que me devuelva la vida. Mis hijos están desolados, porque ha triunfado el enemigo.


He llamado a mis amantes, pero me han traicionado. Mis sacerdotes y mis ancianos han muerto en la ciudad, mientras buscaban alimento que reanimara su vida.


Llora a raudales en la noche y las lágrimas surcan sus mejillas. Nadie hay que la consuele entre todos sus amantes; la han traicionado todos sus aliados, se le han vuelto enemigos.


Escucha mi gemido: ¡no hay quien me consuele! Todos mis enemigos se alegran de mi ruina, de que tú lo hayas hecho. ¡Haz que llegue el día que habías anunciado, para que sean como yo!


Mucho ha pecado Jerusalén, se ha vuelto objeto de horror; todos los que la honraban la desprecian, porque han visto su desnudez. Ella también gime y se vuelve de espaldas.


¡Hasta en sus ropas hay inmundicia! No pensaba en este fin; se hundió estruendosamente ¡y nadie la consuela! Mira, Señor, su aflicción, que el enemigo triunfa.


'¡Apartaos! ¡Un impuro!', les gritaban. '¡Apartaos! ¡No tocar!'. Cuando huían errantes entre las naciones, se decía: '¡No pueden quedarse entre nosotros!'.


'Hijo de hombre, los israelitas cuando habitaban en su tierra la mancharon con su proceder y sus acciones. Como la impureza de una mujer en la menstruación era su conducta ante mí.


Israel está engullido; vedlo ya entre las naciones como vasija de desecho.


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