y construyó allí un altar para Dios. Para que ya no los castigara, le presentó a Dios los toros como ofrenda, y además le presentó otras ofrendas. Y Dios escuchó sus ruegos y detuvo el castigo contra los israelitas, pues le dio tristeza haberlos castigado. Entonces le dijo al ángel: «Basta, ya no sigas». Así fue como se detuvo la enfermedad en Israel.
Los demás israelitas se enteraron de que esas tribus habían levantado un altar en territorio israelita, en la frontera de Canaán sobre la ribera oeste del río Jordán.
hablaron con ellos de parte de todo el pueblo de Dios, y les dijeron: —¿Por qué han traicionado al Dios de Israel? ¿Por qué han levantado este altar en rebeldía contra Dios?
Luego, con piedras labradas, edifica un altar en mi honor en la parte alta de la colina. Toma el toro y ofrécemelo como sacrificio, usando como leña la estatua que destruiste».
»Pero ahora, vete a Guilgal y espérame allí siete días. Cuando llegue yo, le presentaré a Dios sacrificios y ofrendas de paz, y entonces te diré lo que tienes que hacer como rey».
Pero Samuel le dijo: —Dios mío, si Saúl llega a saberlo, me va a matar. ¿Cómo se lo voy a ocultar? Dios le dijo: —Llévate una vaquita y dile que vas a presentarme una ofrenda.
Samuel tomó un cordero y, mientras lo sacrificaba, le rogó a Dios que ayudara a su pueblo. Mientras tanto, los filisteos iban acercándose para atacar a Israel. Pero Dios escuchó a Samuel, y envió fuertes y espantosos truenos. Cuando los filisteos los oyeron, se llenaron de terror y salieron corriendo.