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Isaías 30:16 - Biblia Traducción en Lenguaje Actual

16 prefieren escapar a caballo o en carros muy veloces. ”Pues bien, si así lo prefieren, tendrán que huir a caballo; ¡pero sus perseguidores serán más veloces que ustedes!

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

16 sino que dijisteis: No, antes huiremos en caballos; por tanto, vosotros huiréis. Sobre corceles veloces cabalgaremos; por tanto, serán veloces vuestros perseguidores.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

16 “No —dijeron ustedes—, nuestra ayuda vendrá de Egipto; ellos nos darán caballos veloces para entrar en batalla”. Sin embargo, la única velocidad que verán ¡será la de sus enemigos dándoles caza!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

16 Pero ustedes no lo han aceptado y han dicho: '¡Mejor huiremos a caballo!' ¡Pues bien, huyan no más! Y han añadido: 'En rápidos carros. ¡Muy bien, sus perseguidores serán todavía más rápidos!'

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La Biblia Textual 3a Edicion

16 Sino que dijisteis: ¡No! Huiremos a caballo. Por eso, ¡ciertamente huiréis! Dijisteis: ¡En veloces corceles cabalgaremos! Por eso, ¡más veloces serán vuestros perseguidores!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

16 y dijisteis: 'No será así, a caballo huiremos'. Está bien: huiréis. 'En corcel montaremos'. En corcel montarán los que os persiguen.

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Isaías 30:16
20 Referans Kwoze  

Pero luego los soldados de Babilonia persiguieron al rey Sedequías, y lo alcanzaron en la llanura de Jericó. Todo el ejército de Sedequías lo abandonó y huyó.


¿Puedes confiar en su fuerza y echar sobre sus lomos todo el peso de tu trabajo?


Para Dios, lo que cuenta no es la fuerza del caballo, ni la fuerza del hombre;


De nada sirven los caballos para ganar una guerra, pues a pesar de su fuerza no pueden salvar a nadie.


Por eso se ha llenado de oro y plata; son muchos sus tesoros. »Israel se ha convertido en gran potencia militar, pues tiene muchos caballos y numerosos carros de guerra.


Isaías dijo: «¡Qué mal les va a ir a los que van a Egipto a pedir ayuda! ¡Todos ellos confían en sus fuerzas militares, pero no miran ni buscan al Dios santo de Israel!


»Los egipcios no son dioses, sino simples seres humanos. Sus caballos son de carne y no vivirán para siempre. Dios castigará a los egipcios y a quienes les piden ayuda. ¡Todos van a desaparecer!»


El rey Sedequías se dio cuenta de que Jerusalén había sido conquistada; por eso él y todos sus soldados huyeron de la ciudad. Salieron de noche por el jardín del rey y, luego de pasar por el portón que está entre los dos muros, se dirigieron hacia el valle del Jordán.


»Entonces dirán los israelitas: “¡Miren cómo avanza el enemigo! ¡Parece el nubarrón de una tormenta! Sus carros y sus caballos de guerra son más veloces que las águilas; ¡hasta parecen un huracán! ¿Qué será de nosotros? ¡No tenemos escapatoria!”


»¡Los más veloces no pueden huir! ¡Los más fuertes no logran escapar! ¡Allá en el norte, a la orilla del río Éufrates, tropiezan y ruedan por el suelo!


Por eso el rey Sedequías y sus soldados hicieron una abertura en la muralla que rodeaba la ciudad. Pasaron por la entrada que estaba entre las dos murallas, junto a los jardines del rey, y esa noche se escaparon. Salieron corriendo por el camino del valle del Jordán. Mientras tanto, los soldados de Babilonia seguían rodeando la ciudad.


Aun más veloces que las águilas son nuestros enemigos. Por las montañas y por el desierto nos persiguen sin descanso.


Después de eso vi a Dios. Estaba de pie, junto al altar, y me dijo: «Golpea la parte alta de las columnas del templo, para que el templo se derrumbe y caiga sobre la gente. ¡Nadie escapará con vida! Pero si alguno logra escapar, morirá en el campo de batalla.


»Ustedes, habitantes de Laquis, ¡enganchen sus caballos a los carros! Fue en la ciudad de ustedes donde todos nuestros males comenzaron. Allí pecaron los israelitas, y allí pecaron los de Jerusalén.


»Sus caballos y sus jinetes vienen galopando desde muy lejos; son más veloces que los leopardos y más feroces que los lobos nocturnos; se lanzan sobre sus enemigos como el águila sobre su presa.


»Cuando sus enemigos vengan a atacarlos, ustedes ordenarán su ejército para responder al ataque, pero acabarán huyendo en desorden y serán derrotados por completo. Sus cadáveres quedarán tendidos por el suelo, y nadie podrá impedir que sean devorados por las fieras y los buitres. Al ver esto, los demás países se espantarán.


»Desde muy lejos Dios les traerá un pueblo enemigo. Vendrá de un país que ustedes no conocen, y del que no entienden su idioma. Esa gente sabe atacar con gran rapidez, como el águila en vuelo.


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