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Hebreos 3:6 - Biblia Traducción en Lenguaje Actual

6 Pero Cristo, que es el Hijo de Dios, es obediente y ayuda a este pueblo de Dios, que somos nosotros. Y nosotros somos parte de ese pueblo, si seguimos creyendo firmemente y con alegría en la salvación que recibiremos.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

6 pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 pero Cristo, como Hijo, está a cargo de toda la casa de Dios; y nosotros somos la casa de Dios si nos armamos de valor y permanecemos confiados en nuestra esperanza en Cristo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 Cristo, en cambio, está en su casa como el Hijo, y nosotros somos la gente de su casa, con tal que sigamos esperando con firmeza y entusiasmo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 pero el Mesías, como Hijo sobre su Casa, la cual casa somos nosotros, si nos aferramos a la confianza y a gloriarnos en la esperanza.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Cristo, por el contrario, en su calidad de Hijo, está al frente de su propia casa: casa que somos nosotros, con tal de que mantengamos [firme hasta el final] la confianza y la gozosa satisfacción de la esperanza.

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Hebreos 3:6
46 Referans Kwoze  

Adoren a Dios, para que no se enoje, pues fácilmente se enfurece, y podría quitarles la vida. ¡Dios bendice a todos los que en él confían!


”El gobernador deberá acompañar siempre al pueblo, tanto cuando entre al templo como cuando salga.


¡Todo el mundo los odiará a ustedes por ser mis discípulos! Pero si ustedes confían en mí hasta el final, yo los salvaré.


Por eso te llamaré Pedro, que quiere decir “piedra”. Sobre esta piedra construiré mi iglesia, y la muerte no podrá destruirla.


Pero yo salvaré a todos mis seguidores que confíen en mí hasta el final.


Fíjense en lo bueno que es Dios, pero también tomen en cuenta que Dios es muy estricto. Es estricto con los que han pecado, pero ha sido bueno con ustedes. Y seguirá siéndolo, si ustedes le son agradecidos y se portan bien. De lo contrario, también a ustedes los rechazará.


Mientras esperan al Señor, muéstrense alegres; cuando sufran por el Señor, muéstrense pacientes; cuando oren al Señor, muéstrense constantes.


Que Dios, quien nos da seguridad, los llene de alegría. Que les dé la paz que trae el confiar en él. Y que, por el poder del Espíritu Santo, los llene de esperanza.


Nos alegra saber que, por confiar en Jesucristo, ahora podemos disfrutar del amor de Dios, y que un día compartiremos con él toda su grandeza.


¿Acaso no saben que ustedes son un templo de Dios, y que el Espíritu de Dios vive en ustedes?


El cuerpo de ustedes es como un templo, y en ese templo vive el Espíritu Santo que Dios les ha dado. Ustedes no son sus propios dueños.


Nosotros somos el templo del Dios vivo. Si Dios está en nosotros, no tenemos nada que ver con los ídolos. Dios mismo dijo: «Viviré con este pueblo, y caminaré con ellos. »Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.»


Siempre que nos sea posible, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los seguidores de Cristo.


Así que no nos cansemos de hacer el bien porque, si seguimos haciéndolo, Dios nos premiará a su debido tiempo.


Gracias a Cristo, y porque confiamos en él, tenemos libertad para acercarnos a Dios sin temor.


Pero esto será así, solo si mantienen su confianza en Cristo y siguen creyendo en lo que nos promete el mensaje de la buena noticia. Este mensaje ha sido anunciado por todo el Imperio Romano, y yo colaboro anunciándolo.


Dios nuestro Padre es bueno; por eso nos ha amado, y nos ha dado el consuelo eterno y la seguridad de que seremos salvos. A él y a nuestro Señor Jesucristo les pido


por si acaso no llego a tiempo. Así sabrás cómo debemos comportarnos los que pertenecemos a la iglesia, que es la familia del Dios vivo. La iglesia sostiene y defiende la verdad.


Pero ahora, en estos últimos tiempos, Dios nos lo ha comunicado por medio de su Hijo. Porque por medio de él Dios creó el universo, y lo hizo dueño de todas las cosas.


Hermanos, la sangre que Jesús derramó al morir nos permite ahora tener amistad con Dios, y entrar con toda libertad en el lugar más santo.


Él es nuestro gran sacerdote, encargado del santuario que está en el cielo.


Sigamos confiando en que Dios nos salvará. No lo dudemos ni un instante, porque él cumplirá lo que prometió.


Por eso, no dejen de confiar en Dios, porque solo así recibirán un gran premio.


Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no se pueda ver.


Al principio, cuando confiamos en Cristo, nos hicimos compañeros suyos; y si no dejamos de confiar en él, seguiremos siendo sus compañeros siempre.


Por eso, hagamos todo lo posible por obedecer a Dios, para que en ese día recibamos su descanso. No sigamos el ejemplo de los que no creyeron la buena noticia.


Jesús es el Hijo de Dios, y es nuestro gran Jefe de sacerdotes, que ha subido al cielo. Por eso debemos seguir confiando en él.


Así que, cuando tengamos alguna necesidad, acerquémonos con confianza al trono de Dios. Él nos ayudará, porque es bueno y nos ama.


Deseamos que sigan con ese mismo entusiasmo hasta el fin, para que reciban todo lo bueno que con tanta paciencia esperan recibir.


Ahora bien, como Dios no miente, su promesa y su juramento no pueden cambiar. Esto nos consuela, porque nosotros queremos que Dios nos proteja, y confiamos en que él nos dará lo prometido.


Esa ley no pudo hacer perfecta a la gente. Por eso, ahora esperamos confiadamente que Dios nos dé algo mucho mejor, y eso nos permite que seamos sus amigos.


Ustedes, aunque nunca han visto a Jesucristo, lo aman y creen en él, y tienen una alegría tan grande y hermosa que no puede describirse con palabras.


Ha llegado ya el momento de que Dios juzgue a todos, y de que empiece por juzgar a su propio pueblo. Y si empieza por nosotros y nos hace sufrir así, ¡imagínense lo que les espera a los que no obedecen la palabra de Dios!


»Escribe al ángel de la iglesia de Tiatira: “¡Yo soy el Hijo de Dios! Mis ojos parecen llamas de fuego, y mis pies brillan como el bronce bien pulido. Escucha lo que te voy a decir:


que sigan creyendo firmemente en mí hasta que yo vuelva.


’A los que triunfen sobre las dificultades y no dejen de confiar en mí, les daré como señal de victoria la estrella de la mañana. Y si me obedecen siempre, les daré poder sobre los países del mundo, así como mi Padre me dio ese poder a mí. Gobernarán a esos países, y los tratarán con dureza; ¡los harán pedazos, como si fueran ollas de barro!


Pronto regresaré. Sigue creyendo fielmente en mí, y así nadie te quitará tu premio.


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