4-5 un mensajero anunció: «Hay aquí gente que viene de diferentes pueblos y habla distintos idiomas. A todos ustedes, el rey Nabucodonosor les ordena prestar atención a los músicos, que van a tocar sus instrumentos. En cuanto oigan la música, todos ustedes deberán inclinarse hasta el suelo y adorar a la estatua que el rey mandó hacer.
Ester y Mardoqueo llamaron enseguida a los secretarios, y estos escribieron todo lo que Mardoqueo les ordenó acerca de los judíos. Era el día veintitrés del mes de Siván. La orden fue enviada a todos los gobernadores y principales autoridades de las ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía. A cada provincia se le escribió en su propio idioma, y también a los judíos.
Dios le dijo a Isaías: «Súbete a una montaña y anuncia esta buena noticia a los habitantes de Jerusalén. No tengas miedo; grita con todas tus fuerzas y di a las ciudades de Judá: “¡Aquí viene nuestro Dios!
Dios le dijo a Isaías: «¡Grita bien fuerte, grita sin miedo, alza la voz como una trompeta! ¡Reprende a mi pueblo, el pueblo de Israel, a causa de sus culpas y de todos sus pecados!
1 (3.31) Después de eso, Nabucodonosor dijo: «Con mis mejores deseos de paz y abundancia para todos los pueblos de la tierra, yo, el rey Nabucodonosor,
14 (11) y a gritos anunció: “¡Echen abajo ese árbol! Córtenle las ramas, déjenlo sin hojas, arránquenle su fruta. Que se vayan los animales que se cubren con su sombra; que se vayan los pájaros que anidan en sus ramas.
25 (26) Entonces el rey Darío escribió un mensaje para todas las naciones y los pueblos de su reino. Ese mensaje decía: «Con mis deseos de paz para todos,
Ustedes se han portado tan mal como Omrí, rey de Israel; ¡han seguido el mal ejemplo de la familia del rey Ahab! Por eso voy a destruirlos; ¡voy a hacer que la gente los humille y se burle de ustedes!»
Y todos ellos cantaban esta nueva canción: «Solo tú mereces tomar el libro y romper sus sellos. Porque fuiste sacrificado, y con tu sangre rescataste para Dios, a gente de toda raza, idioma, pueblo y nación.