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Oseas 12:6 - Biblia Torres Amat 1825

6 ¡Ea pues!, conviértete tú al Dios tuyo, observa la misericordia y la justicia; y confía siempre en tu Dios.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

6 Tú, pues, vuélvete a tu Dios; guarda misericordia y juicio, y en tu Dios confía siempre.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 Así que ahora, vuélvete a tu Dios. Actúa con amor y justicia, y confía siempre en él.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 Yavé Dios de los Ejércitos, Yavé es su nombre).

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 Tú, pues, conviértete a tu Dios, Practica la misericordia y la justicia, y espera siempre a tu Dios.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Yahveh es el Dios Sebaot, Yahveh es su nombre.

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Oseas 12:6
39 Referans Kwoze  

Yo, Señor, aguardaré TU SALUD.


Como los ojos de los siervos están mirando siempre las manos o insinuaciones de sus amos, como la esclava tiene fijos sus ojos en las manos de su señora, así nuestros ojos están clavados en el Señor Dios nuestro, para moverle a que se apiade de nosotros.


Aguarda al Señor, y pórtate varonilmente; cobre aliento tu corazón, y espera con paciencia el Señor.


Sé, pues, obediente al Señor, y preséntale tus súplicas. No tengas envidia del que hace fortuna en su carrera, del hombre que comete injusticias.


Dijo de nuevo Dios a Moisés: Esto dirás a los hijos de Israel: El Señor Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob , me ha enviado a vosotros. Este nombre tengo yo eternamente, y con éste se hará memoria de mí en toda la serie de las generaciones.


Convertíos a la fuerza de mis reprensiones; mirad que os comunicaré mi espíritu y os enseñaré mi doctrina.


El ejercitar la misericordia y la justicia, place más al Señor que las víctimas.


aprended a hacer bien, buscad lo que es justo, socorred al oprimido, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.


El pueblo de Sión morará en Jerusalén ; enjugarás tus lágrimas, ¡oh pueblo fiel! El Señor, apiadándose de ti, usará contigo de misericordia; al momento que oyere la voz de tu clamor, te responderá benigno.


Porque en aquel día arrojará de sí cada uno sus ídolos de plata, y sus ídolos de oro; ídolos que os habíais fabricado para idolatrar.


Callen ante mí las islas, y tomen nuevas fuerzas las gentes; acérquense, y hablen después, y entremos juntos en juicio:


¿Acaso el ayuno que yo estimo no es más bien el que tú deshagas los injustos contratos, que canceles las obligaciones que oprimen, que dejes en libertad a los que han quebrado, y quites todo gravamen?


Me veis aquí a mí y a mis hijos, que me dio el Señor para que sirvan de señal y portento a Israel, de parte del Señor de los ejércitos, que habita en el monte de Sión.


¿Piensas tú, oh rey Joakim, que reinarás mucho tiempo, pues te comparas con el cedro? ¿Por ventura tu padre, el piadoso Josías, no comió y bebió, y fue feliz gobernando con rectitud y justicia?


Por tanto, yo juzgaré, dice el Señor Dios, ¡oh casa de Israel!, a cada cual según sus obras. Convertíos y haced penitencia de todas vuestras maldades; y no serán éstas causa de vuestra perdición.


Sembrad para vosotros semilla u obras de virtud, y segaréis abundancia de misericordia; romped vuestra tierra inculta, porque tiempo es de buscar al Señor, hasta tanto que venga el que os ha de enseñar la justicia o santidad.


¡Oh Israel!, conviértete al Señor Dios tuyo; porque por tus maldades te has precipitado.


Escuchad la palabra del Señor, ¡oh vosotros hijos de Israel!, pues el Señor viene a juzgar a los moradores de esta tierra, porque no hay verdad, ni hay misericordia, no hay conocimiento de Dios en el país.


Ahora, pues, convertíos a mí, dice el Señor, de todo vuestro corazón, con ayunos, con lágrimas, y con gemidos.


Y rasgad vuestros corazones, y no vuestros vestidos; y convertíos al Señor Dios vuestro, puesto que el Señor es benigno y misericordioso, y paciente, y de mucha clemencia, e inclinado a suspender el castigo.


Pues he aquí que viene aquel que forma los montes y crea los vientos, el cual anuncia a los hombres su palabra o Verbo eterno, aquel que produce la niebla de la mañana, y el que pisa con sus pies las alturas de la tierra, aquel que tiene por nombre Señor Dios de los ejércitos.


sino que la venganza mía se derramará como agua, y la justicia cual torrente impetuoso.


¡Oh hombre!, responde el profeta, yo te mostraré lo que conviene hacer, y yo lo que el Señor pide de ti que es que obres con justicia, y que ames la misericordia, y que andes solícito en el servico de tu Dios.


Mas yo volveré mis ojos hacia el Señor, pondré mi esperanza en Dios Salvador mío, y mi Dios me atenderá.


Porque la visión es de cosa todavía lejana; mas ella al fin se cumplirá, y no saldrá fallida. Si tardare, espérale, que el que ha de venir vendrá y no tardará.


Por tanto, espérame, dice el Señor, en el día venidero de mi resurrección ; porque mi voluntad es congregar las naciones y reunir los reinos; y entonces derramaré sobre ellos mi indignación, y toda la ira y furor mío; de modo que el fuego de mi celo devorará toda la tierra.


Mas tú dirás a estos sus hijos: Esto dice el Señor de los ejércitos: Convertíos a mí, dice el Señor de los ejércitos; y yo me volveré a vosotros, dice el Señor de los ejércitos.


Esto es lo que manda el Señor de los ejércitos: Juzgad según la verdad y la justicia, y haced cada uno de vosotros repetidas obras de misericordia para con vuestros hermanos.


Esto es, pues, lo que habéis de hacer: Hable verdad con su prójimo cada uno de vosotros. Pronunciad en vuestros tribunales sentencias de verdad y juicios de paz.


A lo que Pedro les respondió: Haced penitencia, y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo;


antes bien empecé a predicar primeramente a los judíos que están en Damasco, y en Jerusalén , y por todo el país de Judea, y después a los gentiles, que hiciesen penitencia, y se convirtiesen a Dios, haciendo dignas obras de penitencia.


Hermanos míos, no intentéis conciliar la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo con la distinción de personas.


¿De qué servirá, hermanos míos, el que uno diga tener fe, si no tiene obras? ¿Por ventura la fe podrá salvarle?


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