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Nehemías 1:3 - Biblia Torres Amat 1825

3 A lo que me respondieron: Los que quedaron del cautiverio, y fueron dejados allí en la provincia, viven en gran aflicción y oprobio; y los muros de Jerusalén están aún por tierra, y sus puertas consumidas por las llamas.

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Biblia Reina Valera 1960

3 Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Me dijeron: «Las cosas no andan bien. Los que regresaron a la provincia de Judá tienen grandes dificultades y viven en desgracia. La muralla de Jerusalén fue derribada, y las puertas fueron consumidas por el fuego».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Me respondieron: 'Allá abajo, en la provincia, los que volvieron del cautiverio, los sobrevivientes, viven en la miseria y en medio de humillaciones; la muralla de Jerusalén está llena de hoyos y sus puertas, quemadas'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Y me dijeron: Los del remanente que quedan de la cautividad allí en la provincia están en gran desventura y humillación, y el muro de Jerusalem está lleno de brechas, y sus puertas han sido devastadas por el fuego.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Y me respondieron: 'El resto salvado, los que se han librado de la cautividad, están ahora allí en la provincia llenos de aflicción y de afrenta. La muralla de Jerusalén está llena de brechas, y sus puertas están destruidas por el fuego'.

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Nehemías 1:3
33 Referans Kwoze  

yo arrancaré a Israel de la tierra que le di, y arrojaré lejos de mí ese templo que he consagrado a mi Nombre; e Israel vendrá a ser el escarnio y la fábula de todas las gentes.


Y todo el ejército de los caldeos que seguía a su general, arrasó por todos lados los muros de Jerusalén .


Los enemigos pegaron fuego a la casa de Dios, y demolieron los muros de Jerusalén ; quemaron todas las torres y destruyeron todo cuanto había precioso.


Estos son los hijos de la provincia de Judea, que del cautiverio de Babilonia, a que habían sido conducidos por Nabucodonosor, rey de Babilonia, se pusieron en camino, y regresaron a Jerusalén y Judá, cada cual a su pueblo.


Sepas, oh rey, que nosotros hemos ido a la provincia de la Judea a la casa del Dios grande, que se construye de piedras no labradas, fijando vigas en las paredes; y la obra se hace con toda diligencia, y va creciendo entre sus manos.


Estos son, pues, los principales de Judea reducida a provincia, que se establecieron en Jerusalén y en las ciudades de Judá. Cada uno habitó en su posesión y en su ciudad así el pueblo de Israel como los sacerdotes y levitas, y natineos, y los hijos de los siervos de Salomón .


Salí, pues, de noche por la puerta del valle de Cedrón, y por delante de la fuente del Dragón, y hacia la puerta del Estercolero, y contemplaba la muralla de Jerusalén arruinada, y sus puertas consumidas de las llamas.


Les dije, pues: Bien veis el lastimoso estado en que nos hallamos; Jerusalén está desierta, y sus puertas hechas cenizas; venid y reedificaremos los muros de Jerusalén , y no vivamos más en estado de tanta ignominia.


y respondí al rey: Oh rey, sea tu vida eterna, ¿cómo no ha de estar melancólico mi semblante cuando la ciudad, lugar de los sepulcros de mis padres, está desierta, y consumidas sus puertas por las llamas?


Estos son los naturales de la provincia de Judea, que han vuelto del cautiverio, adonde habían sido llevados por Nabucodonosor, rey de Babilonia, y han regresado a Jerusalén y a la Judea, cada uno a su ciudad.


En tiempo del rey Asuero, que reinó desde la India hasta la Etiopía, sobre ciento veintisiete provincias,


Somos el objeto de oprobio para con nuestros vecinos, el escarnio y la mofa de nuestros comarcanos.


Como ciudad abierta y sin muros, tal es el hombre, que ofreciéndose a hablar, no puede reprimir su necia verbosidad.


Ahora bien, escucha, ¡oh Jacob , siervo mío!, y tú, ¡oh Israel!, a quien escogí.


Y la dejaré que se convierta en un erial; no será podada ni cavada, y crecerán en ella zarzas y espinas, y mandaré a las nubes que no lluevan gota sobre ella.


Y haré que sean vejados y maltratados en todos los reinos de la tierra, y vendrán a ser el oprobio, la fábula, el escarmiento y la execración de todos los pueblos a donde los haya arrojado.


Los perseguiré a cuchillo, y con hambre, y con peste, y los entregaré a la tiranía de todos los reinos de la tierra; y serán la maldición, el pasmo, la mofa y el oprobio de todas las naciones a donde los hubiere arrojado;


Entretanto los caldeos, que estaban en Jerusalén , abrasaron el palacio del rey y la casa o las habitaciones del pueblo, y derribaron las murallas de Jerusalén .


Porque esto dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Al modo que se encendió mi furor y mi indignación contra los moradores de Jerusalén , del mismo modo se encenderá contra vosotros la indignación mía cuando hayáis entrado en Egipto; y seréis objeto de execración, y de pasmo, y de maldición, y de oprobio, y nunca jamás volveréis a ver este lugar.


Escalad, ¡oh pueblos de Caldea!, sus muros, y derribadlos; mas no acabéis del todo con ella; quitadle los sarmientos, porque no son del Señor;


Y todo el ejército de los caldeos, que estaba allí con su general, arrasó todo el muro que rodeaba Jerusalén .


Jerusalén trae a su memoria aquellos días de su aflicción, y sus prevaricaciones, y todos aquellos bienes de que gozó desde los antiguos tiempos; se acordó de todo eso al tiempo que caía y perecía su pueblo por mano enemiga, sin que acudiese nadie a socorrerla; la vieron sus enemigos y se mofaron de sus solemnidades.


Sepultadas quedan sus puertas entre las ruinas; el Señor destruyó e hizo pedazos sus cerrojos, desterró a su rey y a sus magnates entre las naciones. Ya no hay ley; y sus profetas ya no tienen visiones del Señor.


Tú oíste, oh Señor, sus oprobios, y todos sus proyectos contra mí,


Acuérdate, ¡oh Señor!, de lo que nos ha sucedido; mira y considera nuestra ignominia.


en tanto grado, que reduciré a soledad vuestras ciudades y asolaré vuestros santuarios, y no aceptaré ya más el olor suavísimo de vuestros sacrificios.


Y a vosotros os dispersaré por entre las naciones, y desenvainaré mi espada en pos de vosotros, y quedará desierto vuestra tierra, y arruinadas vuestras ciudades.


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