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Lucas 5:12 - Biblia Torres Amat 1825

12 Estando en una de aquellas ciudades de Galilea, he aquí un hombre todo cubierto de lepra, el cual así que vio a Jesús , se postró rostro por tierra, y le rogaba diciendo: Señor, si tú quieres, puedes curarme.

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Biblia Reina Valera 1960

12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

12 En una de las aldeas, Jesús conoció a un hombre que tenía una lepra muy avanzada. Cuando el hombre vio a Jesús, se inclinó rostro en tierra y le suplicó que lo sanara. —¡Señor! —le dijo—, ¡si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

12 Estando Jesús en uno de esos pueblos, se presentó un hombre cubierto de lepra. Apenas vio a Jesús, se postró con la cara en tierra y le suplicó: 'Señor, si tú quieres, puedes limpiarme.

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La Biblia Textual 3a Edicion

12 Aconteció que estando Él en una de las ciudades, había allí° un varón cubierto de lepra; y al ver a Jesús, cayó sobre su rostro, y le rogó diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

12 Estaba él en una ciudad y había allí un hombre cubierto de lepra. Al ver éste a Jesús, se postró ante él y le suplicó: 'Señor, si quieres, puedes dejarme limpio'.

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Lucas 5:12
27 Referans Kwoze  

Pues qué ¿hay para Dios cosa difícil? Al plazo prometido volveré a visitarte por este mismo tiempo, si Dios quiere, y Sara tendrá un hijo.


Visto lo cual por todo el pueblo, se postraron todos sobre sus rostros, diciendo: El Señor es el Dios, el Señor es el Dios verdadero.


Naamán, general de los ejércitos del rey de Siria, era un hombre de gran consideración y estima para con su amo; pues por su medio había el Señor salvado la Siria; y era un varón forzado y rico, pero leproso.


Pero también la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. En efecto, salió Giezi de su presencia cubierto de lepra blanca como nieve.


Había cuatro hombres leprosos cerca de la entrada de la puerta de la ciudad, los cuales se dijeron unos a otros: ¿Para qué queremos estar aquí hasta morir?


Y alzando David los ojos vio al ángel del Señor, que estaba en el aire, con una espada desenvainada en su mano, vuelta contra Jerusalén ; y a su vista, tanto él como los ancianos, vestidos de cilicios, se postraron rostro por tierra.


e invócame en el día de la tribulación: Yo te libraré, y tú me honrarás con tus alabanzas.


Clamará a mí, y lo oiré benigno. Con él estoy en la tribulación; lo pondré a salvo, y lo llenaré de gloria.


Le dijo todavía el Señor: Mete tu mano en tu seno. Y habiéndola metido, la sacó cubierta de lepra, blanca como la nieve.


Mas si la piel se pone otra vez blanca y la blancura cubre todo el hombre,


pues un fuego enviado por el Señor devoró el holocausto y los sebos que había sobre el altar. Lo cual visto por las gentes del pueblo, postrándose sobre sus rostros, alabaron al Señor.


Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,


Luego que llegó a casa, se le presentaron los ciegos y Jesús les dijo: ¿Creéis que yo puedo hacer eso que me pedís? y le dijeron: Sí, Señor.


Y con muchas instancias le hacía esta súplica: Mi hija está en los últimos; ven y pon sobre ella tu mano para que sane y viva.


y se postró a los pies de Jesús , pecho por tierra, dándole gracias; y éste era un samaritano.


Y Jesús , extendiendo la mano, le tocó diciendo: Quiero: sé curado. Y de repente desapareció de él la lepra.


Guárdate bien de incurrir o de merecer la plaga o azote de la lepra; a cuyo fin has de hacer todo lo que te enseñaren los sacerdotes del linaje de Leví, conforme a lo que les tengo mandado, y ejecútalo puntualmente.


A la verdad tal como éste nos convenía que fuese nuestro sumo sacerdote, santo, inocente, inmaculado, segregado de los pecadores, o de todo pecado, y sublimado sobre los cielos,


El cual respondió: No soy lo que piensas: sino que soy el príncipe o caudillo del ejército del Señor, que acabo de llegar. Se postró Josué en tierra, sobre su rostro y adorando a Dios, dijo: ¿Qué es lo que ordena mi Señor a su siervo?


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