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Levítico 10:2 - Biblia Torres Amat 1825

2 Por lo que un fuego venido del Señor les quitó la vida, y murieron en presencia del Señor.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

2 Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Como consecuencia, un fuego ardiente salió de la presencia del Señor y los consumió por completo, y murieron ahí ante el Señor.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Y en eso, un fuego salió de la presencia de Yavé que los devoró, y murieron allí delante de Yavé.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Y de la presencia de YHVH salió un fuego que los consumió y murieron en presencia de YHVH.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Salió de delante de Yahveh un fuego que los abrasó, y cayeron muertos ante Yahveh.

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Levítico 10:2
25 Referans Kwoze  

Y el Señor indignado en gran manera contra Oza, lo castigó por su temeridad, y quedó allí muerto junto al arca de Dios.


y marchando, halló el cadáver tendido en el camino, y al asno y al león parados junto al cadáver; sin que el león se lo hubiese comido, ni hecho daño al asno.


De repente bajó fuego del cielo, y devoró el holocausto, y la leña, y las piedras, y aun el polvo, consumiendo el agua que había en la zanja.


Elías en respuesta dijo al capitán de los cincuenta: Si yo soy varón de Dios, baje fuego del cielo que te devore a ti y a tus cincuenta. Descendió, pues, fuego del cielo, y lo devoró a él y a los cincuenta soldados que consigo tenía.


Respondió Elías: Si yo soy varón de Dios, caiga fuego del cielo, y devórete a ti y a tus cincuenta. Bajó, pues, fuego del cielo, y lo devoró a él y a sus cincuenta.


Se irritó por esto el Señor contra Oza, y lo hirió mortalmente por haber tocado, no siendo sacardote, el arca , y cayó allí muerto delante del Señor.


No sea que como antes nos castigó el Señor, porque vosotros no estabais presentes; acontezca ahora lo mismo, si hacemos alguna cosa que no nos es permitida.


Mas Nadab y Abiú, murieron antes que su padre, sin dejar hijos; y ejercieron las funciones del sacerdocio Eleazar e Itamar.


Estando aún éste hablando, llegó otro hombre, y dijo: Fuego de Dios ha caído del cielo, y ha reducido a cenizas las ovejas y los pastores, y he escapado sólo yo para que pueda traerte la noticia.


Vendrá Dios manifiestamente; vendrá nuestro Dios, y no callará. Llevará delante de sí un fuego devorador; alrededor de él una tempestad horrorosa.


Dijo después Dios a Moisés: Sube al Señor tú y Aarón, Nadab y Abiú, y los setenta ancianos de Israel, y le adoraréis desde lejos.


¡Ay de aquellos que van a buscar socorro en Egipto, poniendo la esperanza en sus caballos, y confiando en sus muchos carros de guerra, y en su caballería, por ser muy fuerte; y no han puesto su confianza en el Santo de Israel ni han recurrido al Señor!


Ellos fueron al instante, y cogiéndolos vestidos como estaban con las túnicas de lino, los sacaron fuera, conforme les era mandado.


El Señor habló a Moisés después de la muerte de los dos hijos de Aarón, cuando por ofrecer fuego extraño fueron muertos,


pues un fuego enviado por el Señor devoró el holocausto y los sebos que había sobre el altar. Lo cual visto por las gentes del pueblo, postrándose sobre sus rostros, alabaron al Señor.


fueron heridos de muerte a la presencia del Señor.


Además de ésto, un fuego enviado del Señor abrasó a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso.


Los muertos fueron catorce mil setecientos hombres, sin contar los que perecieron en la rebelión de Coré.


de los cuales Nadab y Abiú fueron muertos por haber ofrecido incienso ante el Señor, con fuego extraño.


Al momento cayó a sus pies, y expiró. Entretanto luego los mozos la encontraron muerta, y sacándola, la enterraron al lado de su marido.


Al oír Ananías estas palabras, cayó en tierra y expiró. Con lo cual todos los que tal suceso supieron, quedaron en gran manera atemorizados.


Todas estas cosas que les sucedían eran unas figuras: y están escritas para escarmiento de nosotros, que nos hallamos al fin de los siglos.


Mas el Señor castigó a los moradores de Betsamés, y ciudades vecinas, porque se pusieron a mirar con curiosidad el interior del arca del Señor contra lo mandado; y mató setenta hombres de los ancianos del pueblo, y cincuenta mil del vulgo. Y prorrumpieron todos en llanto, al ver que el Señor había herido al pueblo con tan gran mortandad.


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