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Jonás 2:6 - Biblia Torres Amat 1825

6 He descendido hasta las raíces de los montes; los cerrojos o barreras de la tierra me encerraron allí dentro para siempre, mas tú, ¡oh Señor Dios mío!, sacarás mi vida, o alma, del lugar de la corrupción.

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Biblia Reina Valera 1960

6 Descendí a los cimientos de los montes; La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 Me hundí hasta las raíces de las montañas. Me quedé preso en la tierra, cuyas puertas se cierran para siempre. Pero tú, oh Señor mi Dios, ¡me arrebataste de las garras de la muerte!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 Me subían las aguas hasta el cuello, el abismo me rodeaba, las algas se enredaban en mi cabeza.

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 Descendí a los cimientos de los montes, Y cuando la tierra echaba sus cerrojos Para siempre sobre mí, Tú, oh YHVH, Dios mío, Sacaste de la fosa mi vida,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 El agua me alcanzaba hasta el cuello, el abismo me envolvía, las algas se enredaban en mi cabeza.

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Jonás 2:6
25 Referans Kwoze  

Dios se apiadará de él y dirá: Líbralo, para que no descienda a la corrupción del sepulcro; he hallado motivo para perdonarle.


Con eso salvó su alma de caer en la muerte, y vivirá, y gozará de la luz.


Se hallaba cubierta como de una capa de inmensas aguas; sobrepujaban éstas los montes.


Se alzan como montes, y se abajan como valles, en el lugar que les estableciste.


Me cercaron mortales angustias, me embistieron los horrores del infierno, o sepulcro. Me hallé en medio de la tribulación y el dolor;


Oyeme luego, ¡oh Señor!, mi espíritu ha desfallecido. No retires de mí tu rostro; haz que no haya de contarme ya entre los muertos.


Porque yo sé que no has de abandonar tú, oh Señor, mi alma en el sepulcro; ni permitirás que tu Santo experimente la corrupción.


Me rodearon dolores de infierno; estuve a punto de caer en lazos de muerte.


Tú sacaste, Señor, mi alma del infierno o sepulcro. Tú me salvaste, para que no cayera con los que descienden al profundo.


¿Qué utilidad te acarreará mi muerte, y al descender yo a la corrupción del sepulcro? ¿Acaso el polvo cantará tus alabanzas, o anunciará tus verdades?


Al contrario tú, ¡oh Dios!, dejarás caer a aquellos en el pozo de la perdición. Los hombres sanguinarios y alevosos no llegarán a la mitad de sus días; pero yo, ¡oh Señor!, tengo puesta en ti mi esperanza.


Tú que das firmeza a los montes con tu poder; tú que armado de fortaleza


Atollado estoy en mi profundísimo cieno, sin hallar dónde afirmar el pie. Llegué a alta mar, y me sumergió la tempestad.


Ya no veré yo al Señor Dios, dije, en la tierra de los que viven. No veré más a hombre alguno, ni a los que morarán en dulce paz.


Porque no han de cantar tus glorias los que están en el sepulcro, ni han de entonar las alabanzas los que están en poder de la muerte; ni aquellos que bajan a la fosa esperarán ver el cumplimiento de tus verídicas promesas.


¿Quién ayudó al espíritu del Señor?, ¿o quién fue su consejero, y le comunicó alguna idea?


y cuando yo te haya precipitado allá abajo, a la región de la eternidad, con aquellos que descendieron al sepulcro, y te haya colocado en lo más profundo de la tierra, con aquellos que bajaron a la fosa, hecha tu semejanza a las antiguas soledades, a fin de que nadie te habite; en fin cuando ya haya restituido la gloria a Jerusalén , tierra de los vivientes,


Por esta causa ninguno de los árboles plantados junto a la corriente de las aguas se engreirá en su grandeza, ni elevará su copa entre las espesas arboledas, ni se fiarán en su grandeza todos estos árboles de regadío; porque todos han sido entregados en poder de la muerte, cayeron en la profunda fosa, como los demás hijos de los hombres que descienden al sepulcro.


Te vieron los montes, y se estremecieron; se retiraron los hinchados ríos. Los abismos alzaron su voz, y levantó sus manos el profundo mar.


y el diablo delante de sus pies. Se paró, y midió la tierra. Echó una mirada y acabó con las naciones, y quedaron reducidos a polvo los altísimos montes. Se encorvaron los collados del mundo al pasar el Eterno.


Y yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas o poder del infierno no prevalecerán contra ella.


Mi furor se ha encendido como un fuego grande que los abrasará hasta el abismo del infierno: arrasará la tierra y todas sus plantas, y arderán hasta los cimientos de los montes.


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