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Jeremías 51:3 - Biblia Torres Amat 1825

3 El que apunta el arco, poco importa que no lo apunte, ni que vaya sin coraza; porque la victoria es segura. No tenéis que perdonar a sus jóvenes, matad a todos sus soldados.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

3 Diré al flechero que entesa su arco, y al que se enorgullece de su coraza: No perdonéis a sus jóvenes, destruid todo su ejército.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 No dejen que los arqueros se pongan sus armaduras ni que tensen sus arcos. ¡No perdonen la vida ni siquiera a sus mejores soldados! Que su ejército sea completamente destruido.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Que ninguno de sus arqueros pueda estirar su arco y que nadie se pueda enderezar en su coraza. No tengan piedad con sus jóvenes, destruyan totalmente su ejército.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Que no se vaya el arquero ni el que viste la coraza se retire. No perdonéis a sus jóvenes guerreros,° Exterminad a todas sus huestes,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 No entese el arquero su arco, no vista su coraza. No perdonéis a sus jóvenes, exterminad todo su ejército.

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Jeremías 51:3
12 Referans Kwoze  

Dichoso sea aquel que ha de coger algún día en sus manos a tus niños, y estrellarlos contra una peña.


Uncid los caballos a los carros de guerra: soldados de a caballo, montad, poneos los cascos, acicalad las lanzas, revestíos de las corazas.


¡Oh vosotros todos cuantos estáis diestros en manejar el arco!, apercibíos de todas partes contra Babilonia; embestidla, no escaseéis las saetas; porque ha pecado contra el Señor.


Marchad tú contra la Caldea, tierra de los dominadores, y castiga a sus habitantes, devasta y mata a aquellos que les siguen detrás; a todos dice el Señor; y obra según las órdenes que te tengo dadas.


Exterminad a todos sus guerreros, sean conducidos al matadero; ¡ay de ellos!, porque ha llegado ya su día, el día de su castigo.


Aun cuando Babilonia se levantare hasta el cielo, y afianzare en lo alto su fuerza, yo enviaré, dice el Señor, gentes que la destruirán.


Pues la muerte ha subido por nuestras ventanas, se ha entrado en nuestras casas, y ha hecho tal estrago, que ya no se verán niños ni jóvenes por las calles y plazas.


Por fuera los desolará la espada y dentro de sus casas el pavor y espanto: el joven y la doncella, el niño que aún mama y el anciano, todos serán exterminados.


¿De qué servirá, hermanos míos, el que uno diga tener fe, si no tiene obras? ¿Por ventura la fe podrá salvarle?


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